Ayer me comentaba de broma un amigo que era un mal periodista por un movimiento del mercado que le había chivado. No era mal periodista por no contrastar las informaciones, no redactar bien o no saber titular, sino porque el fichaje no le parecía interesante. Era una de las múltiples chanzas más sin importancia en uno de esos grupos de WhatsApp de todo menos formales. Pero sí se leen a menudo estas faltas de respeto en Twitter por parte de desconocidos. Amparados bajo el anonimato y escribiendo desde el sofá de su casa, hay barra libre para mostrar la poca educación.

Cuando en 2009 empecé en esto del Periodismo, me recomendaron salirme de los antiguos foros de fútbol para mantener una cierta distancia con el lector. Los tiempos han cambiado y ahora sí es habitual interactuar con el público, creándose una relación más cercana. La duda surge sobre si ciertos personajes tienen ese coeficiente intelectual o realmente es un traje que se ponen en redes sociales para hacerse los graciosos. Porque da la sensación que lo que dijo el amigo del inicio del artículo en tono bromista realmente lo piensa un buen número de aficionados. Y el periodista no es el director deportivo. El periodista está para informar, analizar, interpretar y si acaso opinar. No es el que ficha ni está a sueldo por parte de un determinado club por mucho que algunos aficionados no logren entender que la crítica educada es necesaria y forma parte de esta profesión. De hecho, nunca estuve de acuerdo en meterlo en las famosas patas de Unai Emery. Un jugador, entrenador, directivo o incluso aficionado sí logra un título o asciende. El periodista no.

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