Me voy, me quedo, me voy. Estos distintos cambios de opinión de Xavi Hernández, ex técnico del Barcelona, responden a la misma ciclotimia de un club que lleva tiempo tratando de recuperar su sitio como entidad grande, ahogado por una pésima situación económica, derivada de una mala gestión de años. En cinco meses el egarense cambió su decisión, aunque al parecer la destitución solo fue cosa del presidente Joan Laporta, a quien la afición le tienen señalado por los incumplimientos de las promesas electorales, empezando porque Messi se quedaría en el club. A partir de ahí, todo han sido medias verdades, de esas que se parecen bastante a las mentiras, en una institución que se ha convertido en una trituradora de ilustres. Messi se fue por la puerta de atrás, Koeman no tuvo ni una sola oportunidad y Xavi, a pesar de haber conseguido salir campeón la pasada temporada, no alcanzó a anunciar su destitución a días de que concluyera el campeonato. Esas son las urgencias de un desgobierno, que horas antes de que su equipo femenino juegue otra final de Champions, incendia el club. Una huida hacia delante de un presidente que debería dimitir por sus malas decisiones y su tendencia a la extravagancia; un pequeño Milei a la cabeza de un club enorme. Todo lo dicho no exonera a Xavi, quien ha cumplido la función de escudo protector de la institución. Entonces conocimos la faceta de entrenador lenguaraz, lleno de excusas y justificaciones. Los árbitros, las horas, el césped, los días y el bombardeo de la caverna mediática, se convirtieron en un nuevo concepto que sirve para explicarlo todo: el madridismo sociológico. Pero el fútbol es mucho más simple que eso. Si la pelota entra, tienes razón y eres bueno en tu trabajo. Si la pelotita no entra, entonces estás jodido. Y la pelota durante el torneo que acabamos de dejar atrás, entró muchas veces en la portería propia, y ese es el principio de no sumar. Si a ello agregamos que los de arriba no mojan, la cosa se complica. Por supuesto que el marco de la situación es la desidia con la que la mayoría de los jugadores saltan a la cancha. Xavi se fue, pero solo era un fusible en un artefacto que ahora estará en manos de un ingeniero alemán.

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