El mercado de fichajes es ese tiempo que da la tranquilidad absoluta al periodista de Deportes cuando éste termina de escribir el último tema acerca del mismo después de una frenética última semana, con su punto culmen en los minutos en los que el fax entra o no entra. El mercado de fichajes hace de junio y julio esos dos meses en los que el periodista es más que nunca un profesional durante las 24 horas, máxime en esta época de internet, en la que hay que subir la entrada o salida de turno sean las ocho de la mañana o la una de la madrugada. Y hay que hacerlo el primero, claro, porque la calidad del periodista parece medirse por la inmediatez y no por la calidad del producto que ofrezca.

Representantes, directores deportivos e incluso futbolistas filtran información de manera interesada y en muchas ocasiones errónea para jugar al ratón y al gato, utilizando al periodista como un mero instrumento para sacar más o menos dinero de una operación o contrato. En estas semanas aparecen los expertos de turno que analizan un determinado futbolista al que no han visto jugar más allá de un vídeo de mejores jugadores. Tiempo de realizar juicios de valor que después poco tienen que ver con lo mostrado sobre el verde, véase una gran corriente de opiniones sobre la incorporación en su momento de Sadiq o Touré. El mercado también son cifras. Guarismos que ningún club da de manera oficial a no ser que cotice en bolsa, pero que todos filtran en base a sus intereses; ya saben, casi nunca coinciden las de la entidad vendedora con la compradora. Cantidades por las que discuten aficionados que no van a ver ni un céntimo, pero que tienen que defender el traspaso como si no hubiese un mañana. El mercado no llega ni a ser un oasis en el desierto de la pretemporada. Es simplemente una mentira detrás de otra.

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