Amabilidad

La democracia es un sistema frágil, y si la ciudadanía la ve inútil, el modelo que nos espera es una autocracia a la china

La verdad es que daba mucha pereza seguir el debate en el Senado entre Sánchez y Feijóo -de algún modo, todos podíamos anticipar lo que iban a decirse, y sobre todo, con qué grado de descortesía iban a tratarse entre ellos, sobre todo por parte de Pedro Sánchez-, pero si lo pensamos bien, eso es un desastre para todos. En tiempos más o menos aburridos, un debate en el Senado tan sólo importa a los periodistas especializados y a la clase política, que sestea tranquilamente en el escaño o mira a escondidas -o sin disimular- su móvil con su jueguecito de Candy Crush. Pero en momentos de inquietud generalizada como los de ahora, con una guerra en la que se hablan de armas nucleares en Ucrania y con una seria amenaza de cortes energéticos, todos deberíamos sentir un mínimo de interés por un debate político entre el jefe del gobierno y el líder de la oposición. Pero estoy seguro de que el debate de ayer pasó prácticamente desapercibido. Y repito que las causas son fáciles de entender: ya sabemos cómo se van a tratar uno y otro, y sobre todo, ya sabemos que no hay ninguna voluntad de acuerdo por parte -sobre todo- de nuestro arrogante y frío Pedro Sánchez, ese hombre que parece disfrutar despreciando a todo el mundo que no piense ni diga exactamente lo mismo que él.

Supongo que a Sánchez le importa poco, porque no es su estilo y hay algo en su inconsciente que le impide mostrarse amable o deferente con nadie (que no se arrastre ante él, se entiende). Pero algo de amabilidad, algo de cortesía y algo de respeto -aunque fuera distante- nos vendrían muy bien en estos tiempos que pintan muy mal. Si Europa se desliza cada vez más hacia los extremos ideológicos, es porque se ha instalado la idea de que la política tradicional es un teatrillo de títeres de cachiporra, y ya puestos, si todo es ruido y gresca y pésimo teatro, más vale buscarse a un energúmeno de verdad en vez de un energúmeno de mentirijillas. La democracia -con su complejo sistema de normativas y contrapesos- es un sistema muy frágil, y si la ciudadanía la ve como un sistema débil e inútil, el modelo que nos espera es una autocracia a la china o a la rusa, sin más libertad que la de consumir en un supermercado (si podemos permitírnoslo, claro está).

¿Sería posible un poco de amabilidad, un poco de cortesía, un poco de respeto entre los líderes políticos? Tampoco es mucho pedir, ¿no?

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