La tapia del manicomio

Casandra

La preocupación es salir del hoyo, es por algo que a la economía la llamó Carlyle -filósofo inglés del siglo XIX- la ciencia lúgubre

Puede que alguien no recuerde quién era Casandra: uno de los grandes mitos de la antigua Grecia, personaje importante en la narración de Homero quien la consideraba una representación de la desgracia porque su destino era adivinar el futuro y que sus predicciones no fueran creídas (actitud entendible, ya que sus profecías equivalían a anticipar desgracias y adivinar disgustos. Vienen a las mientes esas penalidades de aquellos griegos y troyanos cuando nos encontramos con los pronósticos actuales sobre la economía. Son tan agoreros como su predecesora Casandra, aunque a estos "siesos" se los cree mucha gente. Para empezar, fastidian bastante cuando la única preocupación real y dolorosa es ver cómo salimos de este hoyo. Es que por algo a la economía la llamó Carlyle -filósofo inglés del siglo XIX- la ciencia lúgubre. Ahora todos los organismos económicos internacionales están haciendo de Casandras con unas previsiones que meten miedo. ¿No sería mejor estarse calladitos y esperar a que pase la catástrofe. ¿Qué ganamos con saber que el año presente va a ser muy duro desde el momento en que se acabe con el bicho? Las previsiones son, obviamente, muy malas, pero para el año que viene se prevé una excelente salida. A veces da que pensar si la economía no será cosa de masoquistas o, más bien, que el espíritu de Casandra sigue impregnando las mentes de los que gobiernan. Tener apretadito al personal siempre ha sido de utilidad para el poder y además, gratificante. El problema real más gordo está aquí y ahora, y es para aquellas personas que se quedan sin trabajo asalariado y para los autónomos y pequeños empresarios que tienen que cerrar su negocio. ¿Son todos? No, como decían Goscinny y Uderzo, pero a diferencia de la resistencia al Imperio Romano, que solo era una pequeña aldea, en este caso si son bastantes. Ahí, con ellos, es con los que la sociedad tiene que emplearse porque de ellos depende que las cosas vuelvan a ser los que fueron. También hay optimistas que piensan que el futuro será mejor porque habremos aprendido, que seremos más solidarios, más ecológicos y más fraternales. No parece probable un cambio radical. Incluso ahora se ven montones de casos de gente insolidaria, mezquina… Y eso en comportamientos personales, a escala corporativa (grandes empresas, gobiernos…) las previsiones parecen más propias de Casandra que de un buenista.

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