Comisionista ‘profesión’ de riesgo

El dinero llama al dinero como se suele decir, pero en la vida hay que comprar momentos no cosas materiales

Amigo lector, póngase en situación. Koldo, sus adláteres y el entorno. Marzo de 2020, el coronavirus paraliza el país, por no decir el mundo entero. No se conocía nada igual desde la gripe de 1918 a 1920 que se llevó pa’lante a cuarenta millones de personas. El ciudadano medio, con la congoja a cuestas, pensando que iban a morir, no sabía si podrían mantener a su familia porque se paraba el mundo, y por ende los ingresos.

Por parte de las administraciones se articulan procedimientos de urgencia para comprar mascarillas, guantes, geles sanitarios, porque no había muchas existencias. Y en este punto entran en escena los comisionistas. Llamadas de amigos a amigos para firmar contratos. No tocan el producto, de hecho no lo conocen, pero lo consiguen. Tocan la tecla necesaria para ponerse en contacto unos y otros. Si ya es un problema el tráfico de influencias, además se inflaron los precios para que las comisiones fuesen más grandes. El dinero llama al dinero como se suele decir, pero en la vida hay que comprar momentos no cosas materiales. Mis padres, siempre insistieron en que los objetivos primordiales en esta vida nuestra son tres: Estudiar, formarse, y ser buenas personas.

La Fiscalía Anticorrupción, con buen criterio, interpone querellas para esclarecer los hechos. Una persona media en toda su vida puede ganar lo que se ganó con este tipo de contratos solo por tocar las teclas oportunas. Otro claro ejemplo de que el sistema no funciona.

«El “caso Koldo” tan en primer plano desde hace varias semanas, es una historia que, por su extrema complejidad, corre el riesgo de sumir en el aburrimiento a una sociedad hastiada de casos de corrupción, me decía un amigo letrado. Mientras los demás salíamos a aplaudir al balcón había un asesor de un ministro que hacía negocios fraudulentos en esa situación de pánico y dolor». El ilustrado macarra había sido portero de puticlub y escolta.

El juzgado de instrucción siempre determina si todo eso es delito o no, pero cobrar millones de euros por eso, lo que tengo claro que es vergonzoso.

La clave en esta vida es obrar como buena persona, intentar por todos los medios normales y legales dejar huella con la forma de ser de cada uno.

Ya lo decía Ciceron: “Cuando pasan los años y se aproxima el fin, la virtud, la conciencia de una vida honrada y el recuerdo de las buenas obras continúan dándonos frutos maravillosos y numerosas satisfacciones”.

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