De nada han servido los millones de euros invertidos por la Dirección General de Tráfico, en todo tipo de mecanismos para multar a los conductores españoles, siendo Pere Navarro su director general. Radares fijos, móviles, de tramo, ocultos en sitios inverosímiles, drones y hasta helicópteros. Sofisticación y tecnología de última generación para la persecución de “suicidas” al volante. Pero la realidad está ahí. Tenaz y machacona. Durante el año pasado el número de muertes por accidentes de tráfico ha ascendido a 1.145. Solo tres menos que en 2022. Es decir, si el objetivo era reducir las muertes, el resultado puede considerarse como un absoluto fracaso que, en cualquier empresa privada habría supuesto el cese del responsable del departamento. Le pido prestada esta siguiente frase a un amigo y compañero tertuliano: “El verdadero fin de toda esta puesta en escena millonaria es aumentar el número y el importe de las multas para así incrementar la recaudación”. Y sigue: “Por eso no quieren aumentar la velocidad permitida en las autopistas. Porque recaudar es lo importante”. Tal vez, usted y yo, no estemos de acuerdo.

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