Debería darles vergüenza

Hay que juzgar las decisiones de los adversarios en tanto beneficien a la colectividad

El mundo de la política es muy variopinto, y analizarlo requiere que se distingan varios planos. En principio yo me conformaría con dos. Por una parte, la filosofía política. Por otra, la estrategia (o más bien estratagemas) política. Supongo que la primera nos llevaría al mundo del "deber ser", mientras que la segunda se ceñiría a lo que es el mundo del "ser". Quizá por mi formación o por mi forma de ser, siempre he preferido adentrarme en el primero de ellos, en lo que uno consideraría qué tiene que ser la política. No creo que haya que remontarse a mundos lejanos en el ámbito de la filosofía para considerar que la política es una actividad claramente finalista, y que todas sus decisiones deberían analizarse en función del bien común. Tal vez yo sea un pardillo, pero creo que hay que juzgar las decisiones de los adversarios en tanto en cuanto beneficien a la colectividad, si bien lo que se considere "beneficioso" podría estar tamizado en función del propio sistema de valores. Releído lo que antecede es posible que más de uno de los que se acerquen a este escrito estén de acuerdo con lo que digo y, o yo no soy tan pardillo, o sobreabundan los pardillos más que los chichipanes. Siendo así, pasemos al mundo real. Me llama la atención sobre todo haber escuchado las desvergonzadas consideraciones que se hacen, tanto desde Génova como desde la Moncloa, ante sus propias reacciones al enjuiciar medidas o propuestas de los adversarios políticos. ¿Cuál es su mayor preocupación? Es algo simple: qué ganan o qué pierden en las urnas al apoyar o al oponerse. En el fondo parece importarles un bledo si en sí misma considerada la propuesta es buena o es mala. Eso les resulta indiferente. ¿Tendrá repercusiones negativas en las urnas? ¿No? Pues adelante con la crítica más o menos feroz. Tanto en el caso del "deber ser" como el del "ser", la política aparece como una actividad claramente teleológica. Sin embargo, se diferencian ampliamente por la finalidad, el "telos" elegido. En un caso prima el interés de la sociedad. En el otro, el interés propio de los partidos, el poder. Y nada nos hace suponer que, conseguido el poder a través de las urnas, se recupere la búsqueda del beneficio de la sociedad. Más bien al contrario. Supongo que será algo así como predicar en el desierto pedir, si no un abandono, por lo menos una mitigación de sus descaradas reacciones. Pero por decirlo que no quede.

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