Elcura de los obreros

La lucha obrera a veces está en los lugares mas inesperados. En este caso de la mano del Padre Bermejo

Hay personas que surgen de una manera rara, como algo inusual, figuras que hoy en día, por desgracia, están desapareciendo. Pues bien, a esta especie de hombres singulares pertenece Antonio Bermejo, el cura obrero del Barrio de Vista Alegre (Cartagena). Esta generación de sacerdotes que destacaron en su labor pastoral hacia los más necesitados alrededor de los años sesenta y setenta, deberían ser el espejo en el cual reflejarse tanto los sacerdotes de hoy en día como todas aquellas personas que no solo quieren un mundo más digno sino que viven trabajando para que ese mundo llegue. Fue un hombre que prefirió el compromiso a vivir una vida privilegiada; abandonó las comodidades del clero, siendo coherente con las exigencias evangélicas de su fe, y vivió el mismo como un obrero más. Aprendió, así, de primera mano, igual que el Cristo en el que creía, a experimentar las verdaderas necesidades de las personas más humildes. Fue desde ahí, en esa época tan convulsa, como vio la necesidad de trabajar en comunidad para recuperar la dignidad de los trabajadores. No deseo contar en este breve articulo la enorme pastoral que realizó aquel, pero si quepa destacar, y quizás nos llame la atención aquí en nuestra tierra olvidada de Almería, en donde tanta gente está sufriendo las consecuencias de la crisis, como esta conciencia de clase que lo llenaba, no se resignaba ante la creciente dificultades de esos años, y que eran muchas, ya desde la lucha sindical, la creación de alguna entidad para ayudar a los que sufrían algún tipo de precariedad, la concienciación a través de las homilías, la formación de los más jóvenes, etc., este buscaba contribuir a transformar, de una manera radical, a una Iglesia que se había quedado renqueante respecto a la sociedad. Qué falta hace para los tiempos actuales una persona así, no ya un sacerdote sino cualquiera de nosotros, como he dicho antes, con esa misma entrega. Nos encontramos un mundo donde los jóvenes se siente menos seguros ante el futuro que les espera, donde los síntomas depresivos en las personas mayores, cada vez más aisladas de nuestro entorno, son frecuentes, donde los más vulnerables, en definitiva, son cada vez más vulnerables. Cuanta falta hace que salgamos de nuestro solipsismo y miremos a los ojos al otro, al que sufre, igual que hizo Antonio Bermejo, y depositemos la fe en el obrero que sufre dia a dia la tragedia.

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