El presidente Sánchez disolvió el Congreso de los Diputados y convocó elecciones nueve meses después de censurar al gobierno de Mariano Rajoy, porque no fue posible tramitar los presupuestos generales del Estado. Entre tanto, los acontecimientos políticos y sobre todo la historia han corrido tan a prisa que da vértigo volver la vista atrás. La legislatura dio comienzo con un flamante y novedoso gobierno de coalición que tenía por delante cuatro años para desarrollar un proyecto progresista, con la economía soplando a favor. Pero vino la pandemia y lo cambió todo. Los efectos devastadores del COVID-19 y la congelación y posterior ralentización de la actividad económica, hicieron cambiar abruptamente el destino de la legislatura. Muchos presagiaron entonces que la legislatura estaba abocada una vida corta y accidentada, que la pandemia y la crisis económica se llevarían por delante, más pronto que tarde, al rutilante gobierno de coalición. Sin embargo, el guion de la legislatura ha dado en el último mes un nuevo y radical giro. Primero fueron unos cuantiosos fondos europeos para hacer frente a la crisis empresarial, y relanzar y modernizar la actividad económica y productiva. Después las sucesivas noticias sobre las vacunas contra el COVID-19 iluminaron la luz al final de túnel y despejaron el horizonte económico. En clave nacional, está siendo la segura aprobación de los presupuestos generales del Estado, lo que ha estabilizado definitivamente una legislatura zarandeada por los acontecimientos y las diferencias dentro del propio gobierno.

Con la aprobación de los presupuestos el panorama político vuelve a cambiar definitivamente de signo, inaugurando un nuevo tiempo político y, esperemos, también económico y social. De alguna manera, estos presupuestos son tan importantes desde el punto de vista económico como fundamentales desde la perspectiva de la estabilidad política. La "nueva legislatura" quizás sea aprovechada por el presidente Sánchez para hacer algunos ajustes dentro del propio gobierno y para impulsar reformas y políticas de fondo, como la reforma fiscal, que llevan demasiado tiempo pendientes. El nuevo tiempo también debería ser aprovechado por la oposición para centrarse en construir un proyecto sólido y alternativo al del gobierno, colaborando en aquellos aspectos y renovaciones institucionales que son impostergables. En el nuevo escenario todos los partidos y sus líderes deberían dejar de obsesionarse con las próximas elecciones y centrarse en asumir con responsabilidad el papel que les ha tocado jugar en el presente.

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