Epicuro en las Cuatro Calles

Al llegar encontró un lugar oscuro, lleno de oquedades y de una juventud insultante

Al poco de abrir su centro de formación comenzó a recibir quejas de sus alumnos. De lo que se quejaban era del horario pues acababan tan tarde que no podían acercarse a ver a los amigos. A Epicuro esto le molestaba. Y por eso un día decidió buscarlos por las Cuatro Calles de Almería. Al llegar encontró un lugar oscuro, lleno de oquedades y de una juventud insultante. Y eso no le gustó demasiado. Bajo su opinión estaban contaminados de infelicidad. Deambulando por aquel sitio no pasaba desapercibido. Su extrema delgadez y su pésimo estado de salud le apuntaban con un ser frágil y quebradizo. Al verlo, los jóvenes, se mofaban de su aspecto: pálido y sudoroso. Uno de ellos se atrevió a hablarle y a sugerirle irónicamente una copa. Pero Epicuro le respondió que eso le apartaría de la ataraxia. El joven preguntó qué significaba eso, obviamente. Y este le dijo que era un estado de placer que se obtenía en el equilibrio. Por culpa de su enfermedad crónica había aprendido a administrar las emociones y por eso evitaba el dolor inmediato y el anticipado: aquel que venía cuando se abusaba del placer. A partir de ahí la ataraxia venía por sí misma. El chico hacia muecas al oírlo. Pero Epicuro añadió que estaba buscando a sus alumnos. Tenía la necesidad de mostrarles una vía para la autentica felicidad. En un acto de maldad el joven lo llevó a un local concreto. Y le pidió un licor con la mentira de ser otra cosa. Allí alertó a sus amigas para que se acercaran. Y estas, siguiendo la broma, bailaron rozando sus cuerpos por su espalda. Este suspiró; tembló un poco. Pero ellas insistieron. Llegado el momento se marchó del local a prisa dejando atrás las risas de todos. Se coloco en una esquina y se dispuso a seguir buscando a sus alumnos. Sin embargo diez minutos más tarde algo sucedió en aquel local; apareció una ambulancia por un extremo y un poco después se fue a prisa. En ese momento el chico con el que había conversado salió sollozando. Automáticamente el maestro le preguntó que había pasado. Y este le dijo que su mejor amigo había muerto. Al parecer tenía una enfermedad cardiaca y no había tomado su medicación. La había olvidado en la academia donde estudiaba. Entonces se recostó sobre los brazos del maestro y lloró con intensidad. Epicuro, algo asustado y sorprendido, le dijo: "cuando buscamos el placer siempre acabamos con la felicidad".

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