La pornografía es una escuela de puteros, de maltratadores, machistas, violadores; energúmenos sin ningún tipo de empatía. De mujeres sumisas, relegadas, objetos sexuales para uso y disfrute del macho de turno. Mujeres cosificadas, sin voluntad ni deseo ni sentimientos; secundarias que deben ajustarse a las exigencias estéticas de esos hombres violentos y someterse a sus caprichos, por crueles y despiadados que sean. El impacto de este imaginario brutal que va calando, haciendo mella poco a poco en las mentes calenturientas de adolescentes y adultos es terrible, y se refleja en el aumento de violaciones grupales, agresiones sexuales, violencia machista en todas sus manifestaciones; unas relaciones afectivas tóxicas. Niños de 6 años que agreden a una niña de su misma edad en el patio del recreo, otros menores extorsionando a chicas difundiendo imágenes. Un estudio de una universidad insular reveló que un 30% de los adolescentes varones tiene un consumo problemático de pornografía, y que a los 13 años ya la consumen de forma habitual. ¡¡ A dónde estamos llegando!!

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