Exceso de celo

En situaciones críticas, han de valer las prioridades, sin variopintos excesos de celo que las pongan en riesgo

Los acontecimientos extraordinarios suelen tener distintos «relatos». Sobre todo, si los protagonistas y el desenlace lo procuran. El domingo pasado, en el partido de fútbol que se celebró en Cádiz, entre el equipo de esa ciudad y el Barcelona, un aficionado sufrió una crisis cardiaca que pudo costarle la vida. Asistía también al encuentro un enfermero, que acudió raudo para prestar auxilio ante la grave situación del hombre que pudo morir en la grada durante el partido. Llegó después un cardiólogo, asimismo presente en el estadio, hasta que acudió personal de la Cruz Roja y del 061. La primera asistencia del enfermero resultó decisiva para que el aficionado pudiera sobrevivir, tras largos minutos en que no parecía posible.

Con un cuadro mucho más ligero, propio de un desvanecimiento, un operador de cámara de televisión, que se encontraba en la tribuna del estadio, también recibió la asistencia del enfermero, que corrió con una manifiesta cojera hasta llegar al lugar donde se encontraba el operador. La razón de los problemas del enfermero para desplazarse tiene que ver con su desempeño en un centro de Algeciras, durante los momentos más duros de la pandemia del COVID, ya que dos pacientes lo arrojaron por una escalera y, desde entonces, lleva una férula ortopédica en la zona más dañada de un pie. Luego se advierte, claro está, que la «vocación de servicio» de este sanitario no decae, por desaprensivas y violentas que hayan sido las conductas o reacciones de algunos enfermos a los que prestó cuidados. De ahí que, cual si fuera un carrilero, un defensa lateral que se incorpora al ataque corriendo por su banda en un encuentro futbolístico, recibió una crecida ovación cuando acudía a recuperar al desvanecido.

Este es un relato del suceso extraordinario, pero un médico del 061, que atendió al paciente con parada cardiorrespiratoria, ha estimado oportuno precisar lo ocurrido, en nombre propio y sin propósito de señalar y perjudicar a nadie. Particularmente refiere que, cuando el equipo del 061 decide trasladar al paciente «resucitado» y en situación crítica, no encuentran el material sanitario indispensable, que llevaban en una mochila, porque el enfermero, sin solicitar permiso, lo tomó para atender al operador y, según afirma el médico, «poniendo en grave riesgo la vida del paciente reanimado» Aunque no fuera esa, claro está, la intención del enfermero, preso de un heroico exceso de celo.

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