Faltas y sobras

Me siento frustrado porque la manera de actuar de tantos políticos nuestros cae fuera de los patrones de lo que debe ser una política seria

H ACE algo menos de una década estalló el movimiento que dio en llamarse de los "indignados". El "no nos representan" fue un lema que tuvo mucho éxito y que se coreaba sin cesar en la Puerta del Sol. Todo, porque la acción de los políticos les parecía insoportable. Confieso que entonces no vi con simpatía ni el lema ni aquellas improvisadas asambleas en las que todo se decidía entre todos tras arduas discusiones. En estas fechas no comparto tampoco algunas de sus motivaciones, aunque, por otros motivos, sí que me siento frustrado. Frustrado porque la manera de actuar y de comportarse de tantos políticos nuestros cae fuera de los patrones de lo que debe ser una política seria. Ignoro si actúan movidos por iniciativa propia (lo que da de ellos una imagen lamentable), o si lo que hacen es seguir las consignas (me niego a decir que sean "argumentarios", porque solo contienen frases dogmáticas sin razonamiento alguno) que les proponen los "finos" estrategas. Desde hace algún tiempo me sentía molesto por esas intervenciones repetidas hasta la saciedad en cualquier medio de comunicación que se pusiera a tiro. Pero la gota que ha colmado el vaso de mi paciencia es oír y leer lo que solo puedo calificar como sandeces en relación con la situación derivada de la tormenta Filomena. En todas ellas hay muchas cosas que faltan y al menos el mismo número de cosas que sobran. ¿Qué es lo que falta? Veamos. En todas esas intervenciones se recurre de modo sobresaliente el viejo juego del "lío lio que yo no he' sío'". Ni el más mínimo atisbo de autocrítica, de reconocimiento de errores. La culpa de todo lo que sucede, de todas las calamidades es siempre "de ellos", aun cuando provengan de factores incontrolables. ¿Y qué es lo que sobra? Sobran un par de cosas. Por una parte, un autobombo indecente atribuyéndose resultados que nada tienen que ver con ellos, o que son puras nimiedades elevadas al infinito. Por otra, una actitud de dar bajonazos, de castigar al contrario atribuyéndole todo tipo malas intenciones, ineptitudes, dejadez, desinterés y, el más repetido y socorrido, falta de previsión; todo ello en evidente contraposición a la propia eficacia, a su entrega al bien común, a su capacidad etc. Se trata, es evidente, de un maniqueísmo en grado extremo. Es como si quisieran seguir el lema de "a las barricadas" (por ahora solo dialécticas). ¿Cómo es que se extrañen de la falta de confianza que sienten muchos ciudadanos ante sus manifestaciones y decisiones, del desapego por la política? Viendo la situación en seguida me viene a la mente el quinto verso del Arte Poética de Horacio cuando, tras describir una estrambótica figura, decía, en traducción algo libre, aquello de: "amigos, maravillados ante este espectáculo ¿podríais contener la risa (en este caso el bochorno)? Estoy pensando en dejar de participar en esta feria de las vanidades. O mejor, feria de banalidades.

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