Fenomenólogo impertinente

Aspiró a desprejuiciar la historia de sus prejuicios sociológicos desde perspectivas inéditas

Falleció el domingo, a los 80 años, Antonio Escohotado, un intelectual exótico que tuvo tres esposas, siete hijos, escribió 25 libros y probó más de doscientas drogas, según sus obituarios, pero cuya obra en lo que leí y cito, ofrece una gozosa lectura, amén de provechosa a fuer del asombro o discrepancia que a cada página sugieren sus escarceos eruditos o ingeniosos, en una provocación sostenida que al cabo se agradece cuando, como es el caso, propagan ideas y argumentos que obligan al lector a pensar y posicionarse siguiendo su dialéctica y digresiones hasta que haya que aparcar y respirar. Ejerció como profesor de sociología, aunque aherrojado en un halo de libertino y contracultural en esos años en que tales epítetos solían revelar una insustancialidad que en su caso, no procedía, y cuya fama abonó con títulos como "Rameras y esposas", y cimentó para siempre con dos títulos básicos, la "Historia general de las drogas" y la monumental trilogía "Los enemigos del comercio. Una historia moral de la propiedad", cuyo primer tomo (2008), algunos ya celebramos, a despecho de ciertas elites académicas que lo acogieron con un silencio tan espeso como estigmatizador: como algo propio de un fenomenólogo socialmente impertinente y políticamente incorrecto. Que sostenía, razonadamente, que es la ignorancia lo que deteriora y mata más que las drogas; o que pregonaba que la revolución sexual, era la revolución más duradera y la única que se hacía con verdadero placer. Un fenomenólogo de la existencia, en fin, que aspiró a desprejuiciar la historia de sus prejuicios sociológicos desde perspectivas inéditas, con exhortaciones a menudo insólitas y siempre, arriesgadas. Un cosechador de ciencias y experiencias humanas, denostado por su empeño en desgranar el sentido natural de las drogas o el origen del universo, según el día. Y todo ello, en una obra dispar, en mérito y asuntos, lo asumo, pero que muchos hemos agradecido por su maestría para elucidar dilemas éticos. Les transcribo, como homenaje, la última frase de su último libro ("Hitos del sentido", 2020) calificando a los indigenistas latinoamericanos de «nostálgicos de Estados como el inca o el azteca, y ajenos a que el tiempo requerido para cicatrizar heridas, certifica el estado viable o agonizante de cada organismo». Impecable crítica a la secuela corroyente de la Memoria ideologizada, tan en boga también hoy, ay, por estos pagos.

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