Fiesta

No creo que haya un país del mundo menos nacionalista que el nuestro, si es que podemos aún llamarlo país (y nuestro)

Hoy es 12 de octubre, fiesta nacional. El día de la Hispanidad, se decía antes, pero ahora no creo que nadie se acuerde ya. De hecho, si preguntamos al azar por la calle, es muy probable que una mayoría de los preguntados, sobre todo si son jóvenes, no sepa lo que se celebra hoy. ¿Una victoria futbolística? ¿Una batalla olvidada? ¿Una boda entre un príncipe y una modelo? ¿El final de la guerra civil? Hay gente, sobre todo profesores universitarios, que habla alegremente del nacionalismo español, pero no creo que haya un país del mundo menos nacionalista que el nuestro, si es que todavía podemos llamarlo país (y nuestro). En Francia, el 14 de julio, aniversario de la toma de la Bastilla, se festeja con verbenas y bailes populares por todo el país. En Estados Unidos, el 4 de julio -celebración de la independencia- siempre culmina con un apoteósico castillo de fuegos artificiales. En los países latinoamericanos, las fiestas patrias -el equivalente de la fiesta nacional- son un acontecimiento popular que se celebra con festejos y ruido y cohetes y barbacoas. Pero aquí la celebración es más bien modesta, o casi furtiva, y se limita a un desfile militar. Un asunto frío y ceremonial y más bien distante. Simple protocolo. Nada más.

Y no digo que me parezca mal. Al contrario. Los boomers recordamos la retórica histérica con que el franquismo celebraba la fiesta de la Hispanidad y alardeaba del pasado glorioso del Gran Imperio Español. Todo eso, por fortuna, está olvidado y ya sólo suena a fanfarria y a decorado de cartón piedra en una película de Cifesa ("Alba de América", por ejemplo). Pero lo que me extraña es que haya gente -y repito que esa gente abunda- que siga empeñada en considerarnos un país ultranacionalista y obsesionado con su pasado y con su historia. Ya saben: el fúnebre "nacionalismo español" y todas esas paparruchas con las que se llena la boca el gran -por volumen corporal, al menos- diputado Gabriel Rufián. Cuando la realidad es que debe de haber muy pocos países en el mundo que mantengan una relación tan problemática con su pasado y con su historia, y donde tanta gente con proyección pública -actores, intelectuales, profesores, políticos- se permita menospreciarla o incluso injuriarla. Y si quieren la prueba, aquí tienen esta fiesta nacional que celebra algo que casi nadie sabe qué es, y casi a escondidas.

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