Fondos negros y sin fondo

Y si se denuncia la praxis, los tribunales, colapsados, la archivan y no pasa nada, porque faltan leyes

En el universo financiero prolifera un fenómeno cada vez más extendido, llamado fondo inversor, negro o buitre, que guarda un admirable paralelismo con ese otro portento astronómico llamado agujero negro. Y es que al igual que su homónimo interestelar, estos tenebrosos engendros de capital opaco parecen existir solo para engullir toda energía valiosa y activo hipotecado que se ponga a tiro. Y cada día son más energéticos y eficientes con la particularidad de que al infeliz activo que cae en su campo gravitatorio le resulta imposible escapar de su influjo y se evapora para siempre: su dueño nunca más sabrá de él. Hay quien dice, y no lo descarto, que luego reaparece en algún paraíso fiscal. Pero aquí, el único rastro que dejan en los registros públicos son titularidades artificiosas de empresitas fantasmas, de capital mínimo, administradas por gestores a sueldo, tras las que se ocultan unos socios con superpoderes capaces de comprar a la banca, por un precio ridículo, cientos de hipotecas cuyo valor quintuplica lo que pagan. Y lo más inaudito es el secretismo con que negocian su adquisición con el banco, a espalda siempre de los deudores hipotecados, lo que les permite embucharse toneladas de millones derivados de los créditos cedidos por la banca, pública o privada, un prodigio financiero entre la crisis, sobre el que algún experto malpensado infiere que detrás de ellos, pululen banqueros que hacen su agosto. Aunque el estado de la sociología no da para verificar tan extravagante teoría. Acaso no tan disparatada, si se piensa la forma singular como operan: un banco le cede un paquete de mil hipotecas sobre activos inmobiliarios, a una minúscula sociedad, quizá luxemburguesa, por un quinto de su valor nominal, sin avisar a los deudores ni darles opción de pagarlas ellos con esas quitas, como querrían muchos. Y luego la Cía cesionaria ejecuta la hipoteca al cien por cien y recobra su inversión reduplicada por cinco o por diez, en poco tiempo. Y encima paga por su plusvalía, en Luxemburgo, la mitad que aquí: ¿No es un prodigio astronómico? El BCE estima que, si en 2008 esos fondos tenían el 15% de activos del sector bancario, hoy ya ostentan casi el 50%. Y si se denuncia la praxis, los tribunales, colapsados, la archivan y no pasa nada, porque faltan leyes. Y será. Pero las quiebras familiares no faltan y dan miedo. Y la indolencia de las instituciones, pánico. Se lo aseguro.

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