La cuarta pared

Generalización vs especialización

Antaño, un arquitecto o un ingeniero resolvía problemas de envergadura con eficacia y maestría gracias a su conocimiento general

Los tiempos han cambiado algo desde el siglo XIV. Ya no existen, Leonardos da Vincis o Miguel Ángeles Buonarrotis, que lo mismo te diseñaban una catedral, que te esculpían una David tamaño natural o te resolvían la gestión hidráulica de una ciudad entera. Ya no hay hombres del renacimiento que dominaban un abanico completo de disciplinas que abarcaban la práctica totalidad del conocimiento de su época. Artes, filosofía, ciencias, ingeniería, en una suerte de polimatía rallante en la erudición más absoluta. Y además no solo dominaban ese conocimiento, si no que lo ampliaban, pues eran pioneros, investigadores y lo que hoy llamaríamos auténticos creadores de contenido. Hoy las cosas son muy distintas. Y puede que el hecho de que se haya democratizado el conocimiento, haciendo accesible a casi la práctica totalidad de la sociedad la cultura y la educación, en cierto modo eclipse o difumine los potenciales talentos que en otras épocas más vírgenes, hubiesen destacado.

Con el paso del tiempo, ha habido una tendencia casi natural hacia la especialización. Es cierto que el crecimiento del conocimiento ha sido exponencial en los últimos siglos, y es impensable pretender abarcar hoy todo el conocimiento en un solo cerebro, por excepcional que este sea. Pero la formación excesivamente especializada en detrimento de un conocimiento de carácter más generalista tiene sus riesgos. Sin tener que retroceder tantos siglos, a mediados del siglo XX, un arquitecto o un ingeniero tenían un conocimiento y una visión general que les permitía resolver problemas de una cierta envergadura con solvencia y con bastantes menos medios y recursos de conocimiento de los que hoy disponemos. Hoy, parece casi una quimera hacer una caseta de perro sin que tengan que intervenir una docena de especialistas en eficiencia energética, acústica, gestión medioambiental, gestión de residuos, un project manager y 3 interioristas expertos en virtualización y realidad aumentada. Al final parece que tendemos a un modelo social tipo hormiguero, en el que cada cual es un eficiente ejecutor de su tarea específica, ayudado por la automatización y digitalización de tareas.

Creo que en el medio está la virtud. Es necesario un conocimiento específico en una materia en la que ser experto, pero sobre una buena base de formación generalista que nos permita una visión global de los problemas, y en caso de que se produzca un apagón digital, nos permita al menos saber cosechar patatas.

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