La cuarta pared

La delegada línea roja

Si se escarba en las tripas de una edificación antigua, se comprueba que están construidos por una adición de sistemas

Aveces me pregunto, como es posible que un conglomerado de materiales de lo más heterogéneo aguante lo que aguanta. Una de dos, o la gravedad no es tan fiera como nos la quieren vender, o tenemos una ejercito de divinos seres celestiales velando por nosotros día y noche. Y es que raro es el día en el que las noticias informan del derrumbe de un edificio. Pero raro de verdad. Y eso que se cuentan por decenas de millones los edificios (sin contar con las edificaciones industriales), que colmatan nuestra variopinta geografía. Muchos de ellos centenarios, otros tantos sobre suelos inestables y no pocos en zonas de riesgo sísmico. Algunos en estado de abandono, muchos construidos sin proyecto ni control técnico y otros castigados y sobrecargados por albergar usos para los que no fueron en su día pensados.

Y ahí aguantan apoyados los unos en los otros, viendo pasar el tiempo, y cobijando a sus moradores que se sienten protegidos y seguros bajo ese techo, que en la mayoría de los casos se oculta bajo una escayola. Ojos que no ven… A poco que se escarba en las tripas de una edificación antigua, se comprueba que están construidos por adición de sistemas compuestos y heterogéneos que combinan elementos prefabricados (como los propios ladrillos, las carpinterías o las viguetas de un forjado), con materiales amasados y producidos a pie de obra. Aquí encontramos las argamasas, morteros, pastas y hasta hormigones. Cabe recordar que los hormigones servidos en obra desde central son relativamente modernos. Y en ocasiones entre ellos no se llevan demasiado bien. La construcción, aunque cada vez menos, ha venido siendo un proceso muy artesanal, para el que el revestimiento (yesos, baldosas y pinturas) venía siendo la solución perfecta para tapar lo que no ha de verse.

El problema, es que ese tapar las vergüenzas, ocasiona que queden también ocultos daños silentes, corrosiones en armados, tuberías obsoletas a punto de reventar, o vigas de madera podridas y a un tris de colapsar.

Afortunadamente en los últimos tiempos, parece que se ha empezado a concienciar a la sociedad en la necesidad de mantener, conservar, rehabilitar y modernizar nuestro parque edificado. Hay motivaciones económicas, y puede ser una buena oportunidad para redefinir nuestro modelo de crecimiento, pero es cierto que es necesario abordar el problema con una estrategia global. Nada se cae, hasta que se cae.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios