República de las Letras

Hablaremos del Gobierno

¿Qué harían en el Poniente, en el Levante, sin los inmigrantes? ¿Tendrían gente para trabajar en los invernaderos?

Hoy, martes, es de esperar que se hayan despejado todas las dudas sobre quiénes gobernarán Andalucía los próximos cuatro años. Se habrá abierto un periodo de sesenta días para formar gobierno. Y se sabrá si es verdad que Moreno Bonilla se atreverá a convocar nuevas elecciones -posibilidad altamente improbable- o gobernará con la extrema derecha. No sé, igual le han ido tan bien las cosas que puede gobernar en solitario. Pero incluso en esta opción, si no ha obtenido la mayoría absoluta sin ninguna duda, tendrá que contar con los ultras.

Se sabrá también lo que ha pasado con Ciudadanos. Si ha habido debacle o si -Dios lo quiera- ha sacado, aunque sea, unos pocos escaños que inclinen a Bonilla a no pactar con los neofranquistas. Y lo que ha ocurrido con las izquierdas -las de verdad, digo-, si han pagado en las urnas su desunión, su egolatría adolescente y sus tiquismiquis ideológicos.

De los socialistas, ni hablo. Ojalá les haya ido bien.

La abstención, por otro lado, habrá sido alta. Mal asunto entonces. Interesante será saber a quiénes ha beneficiado.

Pero todo esto son elucubraciones cuando escribo este artículo el domingo. La gente, se supone, está votando. Luego les tocará a los políticos retratarse. Es deseable que no se repita el triste espectáculo de Castilla-León. Prometo, en todo caso, volver sobre el tema con los datos en la mano. Entonces ya sabrá usted, lector, si se ha cumplido mi vaticinio de que Moreno gobernará con la extrema derecha, sea dentro o fuera del Gobierno: o como lo ha hecho estos tres años y medio, con sus apoyos externos, o como le exigían los franquistas durante la campaña electoral, desde dentro, es decir, con la fórmula de Mañueco.

Lo cierto es que, sea cual sea el resultado, todos debemos asumir las consecuencias de nuestro voto. Una cosa que siempre me ha llamado la atención en todas las elecciones es la gran cantidad de gente que vota por impulso, por afección. Raro es el que ha votado en consonancia con los resultados obtenidos por el Gobierno saliente. En un programa de televisión, un joven decía que votaría a cierto partido porque su líder era el único que le parecía un tío "de pies a cabeza", según sus propias palabras. Me pareció un pobre juicio, un triste argumento para decidir sobre economía, pensiones, paro… Casi nadie vota ya por ideología como en la Transición.

En fin, que, como Tip y Coll, hablaremos del Gobierno.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios