Historia incomoda

La historia es ese conjunto de acontecimientos molestos e incómodos que debemos amoldar a nuestro discurso

Estos días se conmemoran dos fechas históricas molestas, la de la conquista de Tenochtitlán con la que no voy a gastar caracteres y la del desastre de Annual con la que sí voy a gastar, muchos y belicosos. La historia es ese conjunto de acontecimientos molestos e incómodos que debemos amoldar a nuestro discurso para enmendar el cogote del contrario que no tiene culpa pero no dice lo mismo que yo, que es peor. Hay que ocultar los hechos nefastos o recubrirlos de una patina de orígenes y causas siempre poco conspicuas, muy maniqueas y siempre útiles para verter basura y desdén sobre patria, ejército, guerra, armas y banderas. Un buen papagayo de lo inútil debe cantar el lado injusto y atroz de tanta muerte acontecida en el norte de Marruecos allá por 1921, fruto de un colonialismo protector (protectorado se llamaba) tardío y decadente, que, acertado o no, no tuvo nada que ver en el hecho de que un mando (uno, personal) incompetente llevara al desastre y la muerte a más de 10.000 soldados en pocos días. Por supuesto jamás en cualquier medio o declaración pública se debe hacer la menor referencia al hecho, que ocasionó, a la larga, una crisis del gobierno que desembocó en una fría dictadura y más tarde en la desaparición de la monarquía con todo lo que hasta el más papagayo sabe que vino después. Todavía estamos sacando rédito electoral de todo lo que vino después por lo que es no ya hipócrita sino perverso ocultar (que equivale a no mencionar) los hechos que ayudan a comprender lo siguiente, porque simplemente, no es rentable (políticamente se dice, en cash electoral digo yo). Hay que dejar a los rancios derechonos que canten feas gestas tanto da que se ganasen o perdiesen porque hasta el más tonto de los votados sabe cuál tiene o no mercado. Y esta no. Franco no estuvo por allí exactamente y a la sazón era entonces un oficial más. Así que este lamentable pero histórico hecho, cuyo responsable fue uno y solo un general (el general Silvestre) que estampó su incompetencia militar para siempre, hay que dejarlo para los aficionados a las revistas de historia militar y coleccionistas de soldaditos y maquetas que encuentran y revisan películas como Alhucemas (1948) que abofetea en fondo y forma al tonto papagayo de café, primorosamente interpretado y da una lección de como la cobardía se puede convertir en heroísmo rancio, incómodo y molesto, como la historia misma.

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