Ibn Jatima

En memoria de almeriense más ilustre que jamás ha visto nuestra tierra

Tenemos a Juan y Medio, Manolo Escobar o José Artés de Arcos. Alardeamos de Bisbal, Carmen de Burgos, Nicolás Salmerón y Tomatito. La lista de almerienses famosos es considerable pero habitualmente elude al más célebre de todos los tiempos.

En una época donde el "wadi" Bayyana corría tumultuoso por la estribaciones de nuestra medina surgió una figura que, aún hoy, hechiza a quienes nos acercamos a ella.

Ibn Jatima nació en Almería en 1300 expirando su ultimo aliento 69 años después. Destacó en todas las ramas del saber que quiso cultivar. Sus poemas aún son hoy declamados en la otra orilla de la Ribera (Magreb) ensalzando la trascendencia, la iluminación y a la espiritualidad. Supo combinar el estudio de la mística con la realidad mundana tejiendo hermosos versos con los que bien jugaba con poesía experimental bien pergeñaba una popular jarcha.

Conocido por su buen carácter y su facilidad para improvisar "la belleza de las bellezas de Al-Andalus" también se acercó a la filosofía y la historia, legándonos importantes obras que nos acercan a la vida almeriense de su época.

Como médico (él y yo) debo encomiar su personalidad y reivindicar su papel como el primer epidemiólogo que el mundo alumbró. En 1348 la pesta negro irrumpió en Al-Andalus y el resto de Europa con una virulencia que sólo ahora somos capaces de imaginar. Siendo Almería el más importante puerto comercial del momento constituyó una notoria vía de entrada de la enfermedad. Ibn Jatima se adelantó a todos esbozando la hipótesis donde un microrganismo era el causante de la pandemia. Recomendaba aislamiento e higiene y ciertamente los pacientes que tuvieron la fortuna de recibir sus cuidados resultaron los que menos tasa de fallecimientos soportaron.

Siendo Ibn Jatima un sabio con mayúsculas, un genio, cabe preguntarse por qué este nombre es, aún hoy, tan desconocido para la mayoría de almerienses. No hay calles ni plazas con su nombre. En los colegios e institutos pocos son los profesores que lo citan. El colegio de médicos de nuestra ciudad no homenajea a su miembro más honorífico. Permitimos que un tal John Snow se lleve el mérito de la fundación de la epidemiología (400 años después) sin que ninguna institución local, autonómica o estatal se "alce en armas" y defienda la memoria de nuestro vecino más ilustre. Con Ibn Jatima se torna tan certero como doloroso aquello de que "nadie es profeta en su tierra".

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