Carta del Director/Luz de cobre

Inseguridad y robos en barrios de La Cañada

Los constantes robos y la inseguridad que se vive en algunos de los cortijos del entorno de La Cañada ha eclosionado esta semana. Los vecinos han dicho basta, han tratado y conseguido, hacer oír su voz, reclamando mayor presencia policial y obligado a tomar decisiones a las administraciones que conforman y confirman que forman parte de la sociedad que paga impuestos y, por tanto, con derechos a recibir el mismo trato que cualquier vecino de la capital. Aunque les pueda parecer extraño, el inicio de la protesta no fue del agrado de nadie de aquellos que deben disponer de los medios que eviten el desaguisado. En vez de ponerse al servicio de los peticionarios para satisfacer sus demandas, la semana ha sido pródiga en un lenguaje alejado de lo que cabrían esperar aquellos que reclaman lo que les pertenece.

Sólo las patrullas vecinales, las amenazas de caceroladas y la recogida de firmas lograba engrasar la maquinaria de la administración y acercar a quienes nos gobiernan a los problemas de los vecinos. La sensación que he tenido a lo largo de este tiempo ha sido agria, decepcionante y, lo que es más preocupante, con claros síntomas de alejamiento de los problemas de los ciudadanos, de quienes deben resolverlos. En alguna conversación he percibido cierto hastío, molestia y hasta enfado por ‘obligar’ a engrasar la maquinaria de la administración para afrontar un problema real, un problema de la calle, un problema que tiene que ver con lo cotidiano, con la realidad más cercana y alejado del confort en los que muchos se instalan cuando asumen responsabilidades para con sus ciudadanos, pero que al poco se olvidan de quien los ha elegido y el deber que tienen para con ellos.

No pretendo, ni mucho menos, hacer un alegato en contra de nada, ni de nadie. No es el objetivo. Es algo más simple, más mundano, más relacionado con la cosas de comer. Si no somos capaces o somos incapaces de afrontar con garantías los retos a los que nos enfrentamos, y el de la inseguridad en los barrios periféricos de la ciudad es uno de ellos, qué razón de ser tiene situar en la cima de la pirámide a compañeros y ciudadanos como nosotros para que cumplan con el deber que se les ha asignado. Tratar de alejar de la diana la cuestión, buscando cargar con la culpa a los que los airean y lo elevan a categoría ‘top’, no deja de ser un ejercicio de populismo, en el que la mentira se busca que alcance categoría de verdad irrefutable y el silencio tape las vergüenzas de aquellos que son incapaces de afrontar con garantías la resolución de los contratiempos. Parece, sólo parece -el paso de los días lo dirá- que esos intentos baldíos de desviar la atención han dado paso a la realidad y a la búsqueda de soluciones. Nos alegramos. Pero en especial por los vecinos, que lo agradecerán y se sentirán aliviados.

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