Luz de domingo

Poco importan las piedras sin no pueden fabricar votos y resultados electorales

En la calle estrecha con terraza de bar desde donde puedo mirar el pasado y se ven la mitad de la fachada de la iglesia, fachada de la capilla y parte de la plaza, antes glorieta, tres veces remodelada, destruida para dar paso al futuro y al cambio horrendo y plano van vestidos de domingo, los paisanos que celebran algo, bajan con sus vestidos y trajes a perdurar con notas de color en la calle. Al fondo, ya no se ve el cine pero puede verse en las fotografías antiguas recopiladas por nostálgicos sin medida que quieren revitalizar la parte histórica pero irse a vivir lo más alejado posible. La parroquia cercenada por la iglesia, el edificio sin duda más alto del pueblo, remoza los ornamentos personales y descuida las losas de la historia en incoherentes discursos y réplicas. El espíritu que hunde y barre todas las piedras avanza como una manta de polvo que entierra todas las capas de lo moderno y lo antiguo mientras los paisanos piensan en precios de productos agrícolas, y como banalizar más aún todas las calles, todas las plazas y todos los edificios. Y yo contracorriente presto a la batalla me sumerjo una vez más en todos los papeles fósiles polvorientos esperando encontrar el verdadero tesoro, los viejos periódicos y los vetustos objetos, en una lucha imposible contra el olvido y contra los que desean vender humo a granel a costa de traer trituradoras veloces de papel con las que sepultar para siempre lo económicamente estéril y hacerse la foto con el documento histórico fotopublicitario enmarcado, valorado por los académicos que planean construir la historia a medida de sus enanos intereses. En la enésima prospección de la varita mágica del voto siempre sale a la luz la revitalización de los centros de los cascos históricos que se mueren implacablemente, convirtiendo en humo electoral los eslogan vacíos de fondos. El arte de vender propiamente el aire consiste en imaginar futuros ingresos amparándose en la ley que permite futuribles, en vez de orquestar búsquedas de fondos y recursos, y planificar económicamente las inversiones que no redunden en votos. Anatema sit. Todo lo que no sea posar día sí y día también en cualquier por minúsculo que sea ridículo acontecimiento es no estar, para nunca, en la dialéctica del voto, la única verdad, por encima de los hombres y los dioses. Poco importan las piedras sin no pueden fabricar votos y resultados electorales.

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