E L modelo clásico de revolución ya no da servicio al hombre posmoderno: al ser un modelo de masas no es capaz de generar un cambio interior, tan solo produce revueltas sociales. Por otro lado es un instrumento fácilmente manipulable. Se encuentra en un campo de batalla muy poco fiable: el de la sociedad de la información, donde se dan la posverdad (las opiniones no contrastables con apariencia de verdad) y los fake news (las falsas verdades generadas a posta para manipular a la información). Cualquier revuelta que se produzca en este escenario está condenada al sesgo informativo. Por eso el modelo clásico de revolución no puede dar un servicio adecuado al hombre actual, no ofrece garantías de éxito. Además es un modelo violento: puede acarrear víctimas y de conseguir el poder solo aspira a un relevo gubernativo, sin cambiar el sistema político o económico: manteniendo la dictadura no reconocida de la desregulación de los mercados y las redes clientelares. Haciendo una reflexión: en nuestro presente no se ha producido la gran revolución en occidente tras la crisis económica. Existieron amagos como el 15M que no fueron en balde: crearon nuevos partidos alternativos. No obstante, no crearon una gran revolución social. Pero si se hubiera producido, haciendo una suposición, los grupos de poder, con sus hilos conectados al mundo de la información, habrían controlado la evolución de dicha revolución, tejiendo su fracaso para así generar con ello un cortafuegos a las masas. Eso habría ocurrido puesto que es lo que ocurre, actualmente, cuando surge cualquier nuevo acontecimiento. En otro orden de cosas, existen otros modelos más afines al hombre actual: la disidencia y la subversión. La disidencia consiste en decir públicamente una disconformidad. Aranguren fue el gran disidente español. Supone plantar cara al poder de forma no violenta. Por otro lado la subversión significa un cambio de valores. Tradicionalmente se hacía a través de grupos secretos pero ya no es necesario: cualquier grupo humano puede invertir los valores del sistema y vivir de esa forma alternativa. La importancia de la disidencia y la subversión, además de su carácter no violento, es la introspección: ambos suponen un cambio interior del individuo. Desde ese presupuesto, se pueden conseguir más objetivos que con la revolución clásica ya que son las personas las que cambian.

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