Navidad para ochenteros

Así habló Ebnezer Scrooge; la Navidad ha muerto, y todos nos hemos quedado perdidos entre las alabanzas

Ebnezer Scrooge era la palabra con la que comenzaba la navidad hace cuarenta años. Era jueves por la tarde y un cielo plomizo amenazaba frío. A las seis pondrían en la televisión una versión animada de Cuentos de Navidad de Charles Dickens, algo que llevaba esperando toda la semana y que nadie podía perderse bajo ningún concepto. En ese mismo instante comenzaba la navidad. El aparato en blanco y negro donde solo había dos cadenas, y que sería el instrumento de anunciación, se convertiría en el puente hacia un estado mental, algo así como la trascendencia porque durante la retransmisión estaría como abducido. En realidad en aquel viejo aparato se veían cuatro cadenas. La cercanía con la frontera portuguesa, en aquel pueblo donde yo vivía, permitía sintonizar las otras dos emisoras del país vecino. Entonces todos los niños hablábamos el portuñol con soltura. El caso es que ese jueves por la tarde, a la las seis, comenzaría la navidad. El frío de la montaña, adherido a las calles y las personas, no era capaz de quitar el entusiasmo por emprender el camino de regreso a casa y sentarse al lado de una mesa con mantel de hule y de una estufa de cisco. En esa confortabilidad, Scrooge, el malvado, el Grinch de entonces, sería el origen y destino, algo parecido a una liturgia religiosa: una comunión. Y en efecto, apenas aparecieran sus quejas en aquella pantalla, la navidad daba comienzo. Lo demás no tenía tanta importancia. Era como beber una bebida que solo conducía al final del vaso. El primer sabor que se introducía en la boca era el que quedaba registrado en la memoria: dulce, agradecido, sosegado. Tal vez por eso, en el presente, para mí hace años que no llega la navidad. El jueves antes de que todo comience no aparece Ebnezer en ninguna de las cadenas digitales. Bajo el desanimo de no querer buscarlo en los canales de búsqueda, por entenderlo muy artificial, siento que ya no empieza la navidad. Se quedó en aquel momento y en esa pantalla en blanco y negro que dejaba la carta de ajuste atrás para dar paso a los títulos de crédito. La navidad ha muerto, que diría Nietzsche. Así habló Ebnezer Scrooge ese último año que también se quedó grabado por la aparición de bello en la cara. Por mucho que lo desee ningún espíritu de navidad vendrá a decirme ahora lo bueno o malo que he sido en estos últimos cuarenta años. Todo ha acabado.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios