Orgullo y perjuicio

A la mayor parte de nuestra especie civilizada nos importa una higa que dos seres humanos sea cual sea su condición sexual se bes

Una mamá se asoma a la tele reclamando la liberación inmediata de su hijito, al parecer recluido sin motivo en la celda de un hotel medicalizado mallorquín para atender a pacientes de Covid. La mamá del niño argumenta la vulneración de la Constitución en su totalidad, además de arremeter contra el Gobierno balear. La mamá estaba en su derecho de reclamar, el mismo que me asiste para decirle a la mamá del joven con pelillos donde ya saben, que vivimos inmersos en una pan-de-mia del copón, que el ambiente no está para viajes fin de curso, fiestas sin control y cosas así aunque nos hayamos desprendido de la mascarilla que es como si nos hubiesen desnudado de una pesadilla que aún persiste.

Un chaval que ya se afeita, igualmente aislado en el mismo hotel que el anterior, dice también en la tele "que ya sabíamos lo que podía pasar, pero es que llevamos un año…". Pues como todos, querido, como todos, ¿o es que acaso los demás hemos estado todo este tiempo en otro planeta? A la mamá de la tele y a las mamás como ella, habrá de recordársele que sus criaturas son ya mayorcitas para saber qué hacen y sus consecuencias, amén de reclamarles responsabilidad social, capacidad moral inexistente en ciertos grupos de progenitores y en sus vástagos. A la mayor parte de nuestra especie civilizada nos importa una higa que dos seres humanos sea cual sea su condición sexual se besen e, incluso, beban del mismo vaso. Allá cada quién con sus fluidos. Lo que no está nada bien es que eso mismo se haga en manada porque esas segregaciones se quedan en el aire y luego se agarran a ti, o sea, a mí. ¿Qué quieren mostrar su orgullo? Adelante, sin problemas, o sea, que no me causen problemas. Pero miren que les diga, para orgullo, lo que se dice orgullo, el de tantos y tantos ancianos encerrados en sus habitaciones durante meses y meses, tiempo que no podrán recuperar. ¿A miles de mayores, casi en los últimos años de existencia, les van a decir que han perdido un año estos niñatos con una vida por delante? Dice una gran amiga mía que a los jóvenes con bandera callejera, en lugar de multas habría que llevarlos una vez a la semana a las salas de Urgencias Covid, que vieran el escenario en el que actúan los sanitarios, en qué estados se hallan los enfermos. Y sí, cuando se generaliza entran todos en el mismo saco cuando la mayoría puede que no lo merezca, aunque tienen un problema: la complicidad del silencio.

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