El callejón del gato

Penalizar el franquismo

Una publicidad gratuita que el actor, no estando en sus mejores momentos, ha sabido alimentar

Ante el intento del Gobierno de penalizar la exaltación de la figura de Franco se ha abierto un debate y muchas voces conocidas cuya posición contraria al franquismo es evidente, se han mostrado en contra de incluir la figura del dictador en el código Penal. Los argumentos esgrimidos se basan, por una parte, en la defensa del derecho a la libertad de expresión, y por otra, en que ello produciría el efecto bumerán, fomentando el recuerdo de Franco cada vez que algún nostálgico de la dictadura fuera a juicio por haber tenido la valentía de honrar su memoria arriesgando el pellejo. Por lo que a mí respecta coincido con aquellos que así lo consideran. Hubo algunos raperos, de los que ya nadie se acuerda, que tuvieron sus días de gloria cuando fueron condenados por cuatro letras groseras y facilonas que hirieron el alma de algún sensiblero que estuviera al acecho, ya que los autores no gozaban de mucha popularidad que se diga. Más conocido es el caso de Wily Toledo siendo noticia de primera plana gracias a la denuncia formulada por la Asociación Española de Abogados Cristianos a raíz de unos exabruptos antirreligiosos. Una publicidad gratuita que el actor, no estando en sus mejores momentos, ha sabido alimentar cada vez que le han colocado un micrófono delante. Un Juzgado de lo Penal ha tenido a bien dictaminar su absolución devaluando los ímpetus injuriosos de su protagonista, bienvenida sea. Ante lo dicho, es fácil presagiar el protagonismo que obtendría cualquiera que, de la noche a la mañana, tuviera la idea de mostrarse al mundo como el más valeroso defensor de Franco ensalzando su figura con un panegírico superior. Al día siguiente de ser encausado, su nombre, hasta entonces desconocido, sería noticia de primera plana y no le faltarían seguidores sumándose a la causa. Yo así lo veo y no creo que imponiendo penas se consiguiera trasmitir lo que significó Franco y su dictadura. En su lugar, sería de más provecho ilustrar a las nuevas generaciones sobre los cuarenta años que duró su mandato. Para ello bastaría con revisar imágenes cinematográficas donde el mismo Franco defiende el totalitarismo y se autocalifica de fascista, aparece bajo palio y, con su voz aflautada, lanza arengas dictatoriales que no tienen desperdicio. Poco se ha hecho en ese sentido. Por el contrario, lo que no tiene explicación es que después de cuarenta años de democracia haya una fundación que lleve su nombre y reciba subvención del Estado.

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