El callejón del gato

Una buena idea

Hoy son un punto de encuentro y una estupenda zona de recreo para los niños

La semana pasada leí un artículo en este diario, cuyo autor era el arquitecto y buen amigo de un servidor, Luis Fernández Martínez, sobre el solar que ocupaba el edificio de Correos, recientemente demolido. Hacía referencia a la posibilidad de convertir dicho solar en “una hermosa plaza de transición entre el paseo y el casco histórico”, lo cual me parece una buena idea. Añadía, con razón, que no siempre está justificado cambiar edificios por plazas, pero a veces se dan tales circunstancias, que es preferible para la ciudad, mantener un espacio abierto, que colocar un voluminoso edificio. Si se actúa con justificadas razones urbanísticas, proyectar un espacio público para el disfrute de los ciudadanos nunca está de más. Sus razonamientos me trajeron el recuerdo de una gestión en la que intervine de forma indirecta cuando fui concejal. En la zona donde vivo, había un solar muy espacioso cuya titularidad era del Ayuntamiento, donde se supone que algún día se edificaría un local municipal, cuyo cometido no estaba definido. Pasado un tiempo sin que nada se construyera, muchos vecinos pensaron que aquel espacio inútil se podría convertir en unos espléndidos jardines. Con la colaboración de un experto en jardinería se pusieron manos a la obra contando con el apoyo tácito del Ayuntamiento que, siendo yo concejal, lo puse en conocimiento del equipo de gobierno y propuse que hiciésemos la vista gorda. Una vez que los árboles hubiesen crecido y el jardín mostrase una buena apariencia, nadie se atrevería a quitarlos, como así ha sucedido. Pasado un tiempo, el solar, que era un bien patrimonial del Ayuntamiento, se ha convertido en un bien de dominio público para uso y disfrute de los vecinos y visitantes cercanos. Corporaciones municipales posteriores han construido esculturas, fuentes y parques infantiles con atracciones. Y cuando fue alcalde de la ciudad Luis Rogelio Rodríguez-Comendador, del que tengo conocimiento sobre su gran afición a los tangos, remató la faena poniéndole de nombre “Jardines Horacio Ferrer”, en honor de un escritor y poeta de tangos argentinos. Hoy son un punto de encuentro y una estupenda zona de recreo para los niños. Sin la iniciativa de los vecinos y el consentimiento tácito del equipo de gobierno, es posible que se hubiese construido en el solar un edificio para otros usos públicos, pero dudo mucho que el servicio prestado fuese mejor que el servicio que prestan los “Jardines Horacio Ferrer”.

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