Pornografía infantil

Cada vez a más corta edad, niños y niñas acceden a la pornografía con una facilidad socialmente inducida

Desde el nacimiento, el ser humano está dotado de una energía sexual. Así lo sostuvo Sigmund Freud, que se las vio en variopintas disquisiciones con la libido. Es más, llegó a afirmar que los seres humanos, en su infancia, son "perversos polimorfos", capaces de extraer placer sexual de cualquier parte del cuerpo, y que la socialización llevaba los impulsos sexuales hacia la hetero-sexualidad de la edad adulta; pero en esto también dicen bastante las "teorías de género" y va-mos a dejarlo ahí. La cuestión es que, como concluye un reciente informe, publicado esta sema-na, los adolescentes cada vez acceden a la pornografía con edades más tempranas. Los padres suelen ser cooperadores necesarios, si bien no cómplices, porque el pronto regalo de un teléfono móvil, como suele ocurrir con la celebración de la Primera Comunión, lleva a niños de pocos años a buscar en Internet todo lo que aparece al escribir "teta" o "culo" en un buscador.

Haciendo caso a Freud, de los tres a los seis años los niños recorren una etapa fálica, en la que los genitales son su principal zona erógena, con conductas exploratorias en las que se aprende la "física" sexual y se constatan las diferencias entre el niño y la niña, con complejos incipientes, de Edipo y de Electra, que ponen como rivales al padre o la madre, ya que poseen a la madre o el padre; aunque Freud discrepaba en esto con sus discípulos más aventajados, porque él solo identificaba tal síndrome en el hijo varón. Pero bueno, con complejo o sin él, los niños y las ni-ñas acceden a la pornografía a edades muy tempranas y dan tres razones para ello, además de la facilidad inducida por los dispositivos de acceso a Internet: obtener un placer físico, satisfacer la curiosidad y adquirir aprendizaje. Eso último es especialmente significativo porque cuestiona las instancias -familia y escuela, preferentemente- que deben procurar la educación en su más pleno y completo ámbito. Además, las maquinaciones pornográficas alteran la realidad, dan como normal lo extravagante y ocasionan conductas y relaciones negativas cuando no se en-cuentra, como normal y aceptable en la vida sexual real, lo que así lo parece en la producción pornográfica. Hasta tener al otro o a la otra como meros instrumentos para replicar una adic-ción escabrosa. Y, dados a la prostitución como recurso, calificar con estrellitas y escribir comen-tarios rijosos sobre la experiencia y recomendaciones sobre el servicio recibido. "Perversos po-limorfos" decía Freud de los niños… mayores

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