Si tenemos que explicar a un niño pequeño cómo se hace una suma, ¿cuántos ejemplos se nos ocurren? ¿cuántas maneras distintas de explicarlo? ¿cuántos juegos? ¿cuántas formas de motivarle? Seguramente, muchísimas. Si el contenido fuera «escribir una frase», nos pasaría lo mismo. Ahora bien, la cosa se complica conforme vamos avanzando en la Secundaria Obligatoria y el Bachillerato. Si algún chico o chica tiene dificultades para entender la función «coseno», la fórmula de la fuerza, la diferencia entre un adverbio y un adjetivo o cómo se construye el condicional en inglés, ¿cuántos ejemplos se nos ocurren? A quienes no somos especialistas, nos costaría bastante.

Si preguntásemos a las familias qué quieren para sus hijas e hijos en Secundaria y Bachillerato, muchas responderían que quieren que les aseguren el máximo nivel posible, que les permita seguir luego estudiando o haciendo lo que deseen. Además, esto es una obligación legal y ética de los docentes. Son contenidos mínimos que debemos garantizar.

Es cierto que la Secundaria adolece de una gran falta de formación metodológica que dé respuesta a «cómo enseñar», o mejor a «cómo provocar el aprendizaje». La formación inicial y el acceso a la función docente son de vergüenza, en ese sentido.

Lo que la ciudadanía no sabe es que hay una gran cantidad de profesorado de Secundaria que, por ejemplo, estudió psicología y termina dando clases de historia, o estudió derecho y da clases de música, o química y da clases de matemáticas, o bellas artes y da clases de lengua, que los docentes de física y química son indistintamente de una u otra carrera, arquitectos enseñando educación plástica... Son ejemplos reales. El requisito es tener un grado o licenciatura. Da igual cuál. Muchos pueden llegar a ser grandes docentes, pero quizá necesiten no solo formación metodológica, sino también en cuanto a conocimientos específicos. Por eso hay que superar el falso debate entre la metodología y los contenidos. Un buen profesor no puede saber lo mismo que el alumnado ni aprender a la vez que este con según qué contenidos. Tiene que estar 30 pasos por delante para poder buscar diferentes caminos para llegar al alumnado. Si me preguntaran cuál es el docente que querría para mis hijas, respondería: el que más sabe de su materia y el que mejor sabe provocar el aprendizaje. Ambas cosas. ¿Por qué renunciar a nada? ¿por qué no exigirlo?

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios