Seudocultura del florilegio

Es más sencillo plasmar una idea en tres páginas que sólo en una. Quienes escribimos, bien lo sabemos

Conocí a un escritor que, descreído de la paciencia lectora en esta civilización de las prisas, optó por iniciar cada uno de sus relatos con una sinopsis del argumento, comprimida en pocas líneas, por si alguien quería acabar pronto. Así permitía el examen del contenido, en un periquete, decía, sin que tuviera que leerse toda la trama literaria. Y tuvo éxito su propuesta porque, tras alcanzar cierta celebridad, dio por editar solo un rosario de argumentarios sucintos y alguna vez hasta se emperezó en editar solo títulos, y no muy largos, de los relatos que ya jamás escribiría, ni falta que le hizo, dado el auge del florilegio. No faltó el crítico envidioso que denunciara que el invento no era insólito, y que en internet es fama la oferta wikiteka con todo tipo de frases, trabajos, óperas y épicas que en la historia fueron, ya en plagio o en versión original, si es que alguna hubiera sido realmente original, que esa es otra, en contra de lo que recelaba Borges. Un Borges que precisamente nunca escribió una novela extensa ni un texto largo, porque le fatigaba escribir mucho cuando con poquito y bien contado, ya podía decirlo todo. Aunque claro, contar ese todo "in brevis" y además bien, no es nada fácil. Es más sencillo plasmar una idea en tres páginas que solo en una. Quienes escribimos, bien lo sabemos. Pero otra cosa es que se sustituya el argumento del que se carece, por el eslogan resultón o la ocurrencia ingeniosa, sin que caigamos en la cuenta de que a fuer de readaptar los grandes textos de la literatura universal en folletines para consumo masivo de una seudocultura masiva del alarde lector, incurrimos en una práctica perversa, como lamenta el profesor N. Ordine, porque se favorece el culto a las sinopsis, antologías, manuales, guías, resúmenes, instrumentos exegético o didácticos, en versiones sesgadas de todo tipo, que no dejan el poso humanista que suelen dejar los textos íntegros fundacionales de la cultura occidental. Y luego, claro, nos quejamos de que buena parte de las nuevas generaciones, carezca de criterio sobre el sentido de la vida ni de la historia. Y que les dé igual si se les habla de la Reconquista hispana o la Conquista americana, ni de la República, el Franquismo o la Transición, por no decir ya de la ETA y la falacia de su ventajista seudodisolución: algo les suena de todo, pero no tienen idea propia sobre nada. Son manipulables. Y se le manipula.

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