Fue un flechazo, no le cabía duda alguna. En cuanto abrió su correo, le subyugó la imagen que se mostraba como fondo de pantalla: una playa desierta, bordeada de palmeras y pitas, un cielo azul intenso y unas aguas cristalinas de ensueño. Cerró los ojos, se vio en aquel paraje sobre una tumbona, con un zumo tropical entre sus manos y una romántica puesta de sol. Sus bellos ojos entrecerrados, se abrieron como platos cuando entró el primer cliente a la tienda y comenzó a marearla pidiéndole que le sacase unos zapatos, y luego otros, de distinto color, de un número más pequeño, más grandes, hasta que se fue una hora más tarde sin haber hecho compra. Esto era frecuente, y últimamente iba en aumento. Su sueño estival se desvanecía conforme pasaban los días y las ventas bajaban drásticamente, la felicidad se evaporaba como un vaso de agua puesto al sol. La primavera llegó como una explosión de color y perfumes, las cosas mejoraron, y un día encontró una oferta de viajes en la que aquel sueño inalcanzable, que le había subyugado en el invierno, se ofertaba a un precio sin competencia. Recordó que la semana siguiente era el cumpleaños de él, ni se lo pensó, le dio al "enter", y perfeccionó la operación: para la primera semana se septiembre, aquellas playas, aquel sol, aquellas montañas magnéticas, serían suyas por unos días. El día 7 él se despertó y encontró en su mesilla un sobre, era el regalo de cumpleaños que ella le hacía, siempre fiel y puntual, jamás se le olvidó la fecha, eso le hizo sentirse mal, era difícil que él recordase esas efemérides. La besó agradeciéndole el detalle y abrió el sobre, dentro dos billetes de avión, la reserva de hotel y varias fotos de paisajes envidiables. Una fina lámina de agua cubrió su retina y le costaba ver con claridad lo que tenía ante sus ojos, ella siempre atenta a los detalles, lo miraba embelesada, ya se había comprado la ropa de playa, y disfrutaba de antemano la brisa del mar prometido. Paralelamente, al mismo tiempo y en otra latitud, una mujer miraba intranquila las reservas para el verano, apenas llegaban al 50%, había que remontar si no querían sucumbir, se había puesto en contacto con aquella operadora que le prometió lleno total y así fue, en dos semanas tenía reservado el hotel completo. Soñaba con conocer Londres, buscó ofertas, y allí estaba: una semana de hotel con desayuno, avión, y transporte desde el aeropuerto. Su hijo saltaba de alegría cuando la madre le dio aquel sobre, se irían los dos, había sido un año duro y estuvo con ella al pie del cañón, sin desfallecer. Había llegado el día señalado, en el aeropuerto esperando el embarque rumbo a la capital inglesa, con un sol radiante asomando sobre el cabo de Gata, salían del avión los pasajeros que llegaban de ella, en un segundo se cruzaron los sueños, las playas de aguas cristalinas observaron la escena, mientras la torre de Londres les esperaba.

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