La tapia con sifón

Teoría y práctica del flamenquín

El origen del flamenquín es muy incierto; desde antaño se han disputado su invención cordobeses y jiennenses

El origen y el nombre del flamenquín —como los de tantos platos tradicionales— son desconocidos y por tanto se prestan a las más diversas teorías, casi siempre más literarias que históricas. Desde antaño se han disputado su invención cordobeses y jiennenses, aunque hoy la mayoría de las opiniones publicadas en papel o en los foros y wikipedias de internet, opinan que se inventó en Andújar (Jaén) en 1939, en el bar de Manuel Gavilán. Lo que pasa es que bastante antes, en 1934, había publicado Alcalá Venceslada su “Vocabulario Andaluz”, en el cual ya aparecía flamenquín, con la siguiente definición “croqueta pequeña”; con un texto como ejemplo: “Para las copas de vino nos sirvió unos flamenquines riquísimos”. Aparte de que hoy el flamenquín es más grande que la croqueta, no dice don Antonio de qué estaba hecho. El Diccionario de la Lengua Española no nos ayuda porque ni lo nombra. Sí aparece en el de María Moliner (1966), pero nos deja turulatos: “Flamenquín: loncha de jamón cocido enrollada, rellena de queso, rebozada y frita”. Esta extraña receta ha tenido cierto éxito y aparece de vez en cuando en programas concurso como Pasapalabra. El flamenquín se hace con un filete fino de carne de cerdo cubierto con lonchas de jamón, que se enrolla, se empana y se fríe. Así lo conocí en los años sesenta en Jaén; en los cuatro que pasé allí me comí unos cuantos (no muchos, que era estudiante y en Jaén se pagaba entonces la tapa aparte, a pesar de las leyendas interesadas). Si la carne y el jamón son de cerdo ibérico, el resultado es una exquisitez. Con filetes aplanados de presa ibérica de bellota, jamón etiqueta negra y fritos en aceite de oliva virgen extra, es un bocado de concurso.

El flamenquín nunca ha sido popular en Almería, pero estas dudas y discusiones me remiten a las controversias y equívocos que rodean a una tapa muy nuestra: el tabernero. Es frecuente que el personal, sobre todo el que se dedica al copia y pega, confunda el tabernero con la fritadilla y hasta con la fritá. Y también hay bastantes diferencias en las recetas de los taberneros y fritadillas que abundan (relativamente) en nuestros bares. Si no se mete por medio algún tema más interesante, la próxima semana hablaremos del Gobierno. Perdón, de los pistos almerienses.

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