Viribundo

La tragedia de la vida no es la mortalidad sino el hecho de sufrir las consecuencias de saberse diferente

Entrevistando en una ocasión a Rosa Montero para una revista llegamos, entre los dos, a una bonita conclusión. Y todo porque acababa de publicar su libro "Lágrimas en la lluvia" (que ya tiene segunda parte) y acababa de fallecer su pareja. Entonces le pregunté si el sentido de la vida estaba vinculado a la muerte y si este hacia de la vida un proyecto, como todos damos por hecho. Obviamente esta dijo que sí. Y pensé, por eso, que ese proyecto era la conciencia: el acto de saberse uno mismo desde la finitud y el acto de aspirar a la comprensión del entorno. Entonces le pregunte qué pasaría si esto cambiara, si de repente uno se volviera inmortal, como así había sido planteado en algunas obras de la literatura y el cine. La respuesta que yo esperaba era que la vida como tal no podría formularse al desaparecer el sentido de la misma: la finitud como modulación de la conciencia. Pero ella aporto algo nuevo. La ausencia de un final no tenía que implicar la ausencia de sentido. Podía surgir otro sentido distinto, uno donde no se diese la idea de proyecto vital o programa de expectativas antes de la muerte. Ese otro sentido no ambicionaría a la supervivencia sino a la permanencia, y se parecería al sentido de la vida de una ameba, el único ser inmortal real: que solo aspirar a ser de forma permanente. Se trataría de un sentido circular y no lineal, supuse. Pero ella aporto algo más. El problema de ser inmortal no era cambiar el sentido de la vida sino otro: si los demás eran o no también inmortales. Ser inmortal en un mundo de mortales solo conducía al fracaso personal pero ser inmortal en un mundo de inmortales tenía tanto sentido como ser mortal en un mundo de mortales. Eso ya sonaba mejor. De esta manera un sentido de la vida no era mejor que otro sino ser o no diferente. En ese instante me vino una reflexión. La calidad humana del inmortal se asociaría a dos conceptos: lo "común" y la "dignidad". Sea cual fuese el sentido que le diésemos a la vida sería más optimo si condujese al territorio de lo común, de lo compartido, de lo mayoritario, porque gracias a eso sería posible una comunicación a largo plazo, al sentido de la justicia y la igualdad; y también sería más satisfactorio si nos llevase a la dignidad, al mínimo indispensable para vivir dentro de lo común. En definitiva todo gira en torno a la tragedia de ser o no diferente, solitario.

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