Fuera de mi castillo

¿Acaso alguno de los dos grupos tiene un derecho prístino, absoluto a copar las instituciones?

.…que hay grillos. Muchos recordarán ese juego de la infancia. Un grupo de niños ocupaba un determinado lugar, por ejemplo, un montón de arena. El otro grupo de niños pugnaba por desalojarlos. Y en eso consistía el juego. Los del castillo se defendían como pudieran; los otros atacaban para convertirse en los nuevos castellanos. Y ahí no terminaba todo; el proceso se reproducía hasta que nos llamaran, por ejemplo, para la merienda. Ser los primeros ocupantes era solo cuestión de suerte (echándolo al "pan o vino", por ejemplo). Pero una vez adjudicado ese papel, los ocupantes del castillo se creían con un derecho casi sagrado y consideraban a los otros unos advenedizos, unos intrusos. Ya ven. Desde un tiempo a esta parte vivo con la impresión de que muchos de nuestros próceres, jueces o políticos, jugaron mucho a ese juego cuando eran niños. Lo único que tenemos que advertir es que ahora, cuando ya no son niños, no luchan por un montón de arena, sino, ni más ni menos, por el Consejo General del Poder Judicial y el Tribunal Constitucional. ¿Es solo una atrevida metáfora, o es algo más? Bueno, creo que hay una diferencia: en el juego solo estaban los niños; en la metáfora, aparte de los ocupantes, hay una legión exterior que los animan, que les aplauden, que les proporcionan medios de defensa o de ataque. Algo más que una clac. Y si en el juego echar a suertes era lo que legitimaba las posiciones, ¿cuál es el mecanismo que determina aquí el status quo? ¿Acaso alguno de los dos grupos tiene un derecho prístino, inalienable a ocupar el lugar de privilegio, el de copar las instituciones? Tal vez, como aquellos niños, se lo estén creyendo. Pero habría que recordarles que solo una serie de preceptos legales consideró que, momentáneamente, serían ellos los que estaban en condiciones de ocupar los dos tribunales. Pero que esos mismos preceptos también determinan que en otros momentos ellos deben desalojar el lugar que ocupan porque son otros los que reúnen aquellas condiciones requeridas. ¿Qué pensaríamos si, después de unas elecciones perdidas por parte de los que detentan el poder, un alcalde por ejemplo, se negara a abandonar el cargo aduciendo que no le gusta lo que van a hacer los que las han ganado? Entonces, ¿por qué se puede tolerar que haya jueces y magistrados que, pese a tener un nombramiento caducado, sigan tomando decisiones que, posiblemente, no le corresponden?

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