La tapia con sifón

El churro y el chocolate

El café lo barrió de los desayunos y el que se toma, es un "churro" que tiene poco que ver con un chocolate

La escena tuvo lugar una Feria de agosto, cuando todavía se instalaba en el Puerto. La chocolatería que se suele ubicar ahora a la entrada del ferial, estaba frente al Gran Hotel. Mi compadre Alfredo duda si cumplir con el rito del chocolate, dada la abundante ingesta previa de comestibles y bebestibles y lo avanzado de la hora. La experimentada churrera le dice muy serena: "Un chocolate con churros te sienta como un tiro a cualquier hora que te lo tomes". Se lo tomó, claro. Y seguramente le sentó fatal, sobre todo porque ese chocolate no suele serlo, sino un brebaje hecho con leche, un poco de cacao en polvo, harinas tostadas y mucha azúcar: un churro. No siempre fue así. En España se consumió una ingente cantidad de chocolate auténtico en desayunos y meriendas, desde que Cortés lo trajo de México hasta bien entrado el siglo XX. Durante siglos, la media de consumo en palacio era casi de 150 kg al mes. Sólo para el desayuno de Carlos IV, ya casi en el XIX, se destinaba "una libra de chocolate para hacer dos chocolateros: uno con leche y otro con agua". También se extendió a toda la sociedad y se abrieron multitud de confiterías y tiendas de chocolate donde se servía caliente. El café lo barrió de los desayunos y el poco que se toma, ya digo, es un "churro" que tiene poco que ver con un chocolate de verdad. Los instantáneos en polvo tienen un contenido en cacao inferior al 20 % y el resto es casi todo azúcar: desde los casi 80 g/100 de Cola Cao o Nequik hasta los 62,3 del "Paladín a la taza". Más aceptables son los que vienen en tabletas; uno de los más populares, Valor, tiene un 38% de cacao y "sólo" el 50% de azúcar. ¿Qué hacer entonces para beberse un buen chocolate? Pues eso, hacérselo uno. En medio litro de leche se disuelven a fuego suave 70 g de chocolate negro (entre 70 y 80 % de cacao es ideal) removiendo hasta que esté liso y brillante; entonces se le añade una cucharadita de maicena disuelta en un poco de leche fría y se lleva a ebullición tres veces. Se puede prescindir de la maicena si no lo queremos muy espeso. Nada de azúcar, el chocolate ya lo lleva. Por ejemplo, el Antiu-Xixona que comercializa Mercadona, que no llega a un euro la tableta y es de aceptable calidad. Nos sale a unos treinta y cinco céntimos la taza.

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