Doña Modelo Arrimadas (nunca, como Cara Delevingne o Chrissy Teigen), también conocida como Melibea (con la malvada alcahueta, Celestina, tan cerca), apareció un buen día en la política catalana: y, tras unos comienzos ilusionantes, decidió irse a Madrid. Allí, prefirió ser Ingrid Bergman, antes que Victoria Kent. Pronto, empezó a mirarse en el espejo de Cenicienta y, con la ficción de su sonrisa, apuñaló a Rivera: "Tu, quoque, fili mi" El puñal de la dama naranja no brilló como el color azafrán de las túnicas budistas, sino como el de una pérfida tizona.
En Castilla y León, solo le queda a Ciudadanos el escaño de Igea. En Madrid, el partido centrista no logró una sola acta. Y en Cataluña, la pérdida fue de treinta diputados. A doña Ambiciones Arrimadas, le queda todavía el vestido de gitana, para ir a la feria de abril y bailar, en lugar de sevillanas, la rumba de Peret: ¡Una lágrima cayó en la arena! Pero debe memorizar, antes, el enunciado que pronunció Quinto Servilio Cepión: "Roma traditoribus non praemiat". Matar a su padre (político), o sea, a Rivera, es, más que una figura metafórica, un concepto freudiano, que hiela el corazón. La dama naranja no es la Dama de Baza. Ni tampoco, la de Elche.
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