Un día en la vida

Manuel Barea

mbarea@diariodesevilla.es

La economía es muy bruta

La economía parece más alta y más lozana. Pero, ¿acaso no lleva puesto un exceso de maquillaje?

Al Producto Interior Bruto (PIB) le gusta la contaminación, le gusta el delito, le agradan los huracanes y está bastante de acuerdo con las guerras, y es bueno contando, pero es un pésimo juez de la calidad". Todo lo anterior no lo escupe en internet un inflamado activista de La Tuerka y tampoco lo berrea un populista de extrema derecha en un mitin incendiario en el que calienta a la plebe de rednecks contra la élite capitalina. No, todo lo anterior lo dice -y lo escribe en El delirio del crecimiento (Taurus)- David Pilling, que durante veinticinco años ha sido reportero y editor de The Financial Times. Y esto, que se sepa, no es un tebeo ni un fanzine.

De un tiempo a esta parte venimos congratulándonos porque la economía española está creciendo. Está cogiendo peso y exhibe algo más de turgencia después de la escualidez que la dejó para el arrastre en las noches más negras de la crisis. Sí, parece más alta y lozana. Pero, ¿acaso no lleva puesto un exceso de maquillaje? Su estilista es el PIB, que engalana a doña Economía para unos cuantos. Los de siempre. Hay muchos ciudadanos a los que la dama desprecia. Su amiga es otra: Tiesura.

¿Y cuál es la media que le importa al PIB? El PIB es una criatura frankesteiniana -es decir, que va a su bola según y donde: Colombia ha contado la droga como parte de su actividad económica, que pegó un bajonazo con la muerte de Pablo Escobar- creada por Simon Kurtnez, un tipo obsesionado por medir todas las cosas y que nos convirtió a todos en obsesos por la media: la media mundial, la media nacional, la media regional, la media provincial, y así: Andalucía está por debajo de la media... ¿Cuántas veces habremos publicado esto? Pero como advierte Pilling, las medias son una trampa. Son engañosas, sobre todo las que amamanta el PIB, un mismo número para todo, porque están la media del banquero y la media del camarero. Ambos, cada uno a su manera, pueden ser insaciables. Y aquí aparece el PIB, también "un mercenario", como lo define Pilling. Porque la insaciabilidad es la clave: el crecimiento requiere una producción sin límites y un consumo sin fin. Se lee en El delirio del crecimiento: "La base en la que se sustenta la economía moderna es nuestro deseo ilimitado de cosas. Pero en lo más profundo de nuestro corazón sabemos que ese camino conduce a la locura".

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