Nací en la trastienda de la tienda que mis padres tenían en el Reducto, y mi primera infancia transcurrió entre dicha tienda y la que mi abuela tenía en la esquina de Galileo con San Ildefonso, justo enfrente de la carnicería de Antoñica, la escuela de don Manuel y la casa de América en el San Antón. De allí, cuando mi padre se quedó con el traspaso de una tienda de comestibles en Alfareros 43, nos cambiamos a la trastienda de la misma, y luego a Francisca Jiménez. Viví también en Conde Villamonte, en Javier Sanz, en Infanta, en Obispo Orberá y en Marañón. Mis ancestros están repartidos por toda la provincia de Almería. Los paternos por Aguadulce, Felix, Vícar, Adra y El Ejido; los maternos por San José y Níjar y los conyugales de Canjáyar. He conocido bien la provincia por cuestiones de trabajo. Y tengo la convicción que los comercios del esparto, la uva y la naranja, así como el de los insumos, se dirigieron desde Almería capital. Afortunadamente los invernaderos de El Ejido se quedaron allí y no han salido de allí. Y a estas alturas del relato me pregunto: ¿de qué le ha servido a Almería capital tanta influencia en la provincia?

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