El escarabajo del maestro

La recompensa de enseñar está diferida en el tiempo, cuando los alumnos aprecian el alto valor de la enseñanza

Los profesores que nos ilustraron -puede decirse también desasnaron, aunque suene a burro- durante la infancia y la adolescencia dejaron una impronta, las más de las veces beneficiosa, para el desenvolvimiento personal y social que se abría en el camino, entonces más largo, de los años. Verdad que en la enseñanza hace de las suyas el efecto Pigmalion, a modo de profecías autocumplidas. Esto es, tan solo las expectativas, buenas o malas, de un profesor sobre cada uno de sus alumnos hacen que estos las confirmen en la medida en que reciben estímulo y motivación o, en caso contrario, desconfianza y desapego. Don Marcelo Siqueira pertenece a la estirpe de los grandes maestros que se engrandecen en el recuerdo de sus legiones de discípulos y en el progreso de muchos de ellos sostenido en las primeras enseñanzas que recibieron. Hasta su nombre da para argumentos literarios o cinematográficos. Todavía más porque, a sus 87 años, quebrada su economía por el aprieto de una exigua pensión, no tuvo más remedio que vender su muy querido auto: un Wolkswagen "Escarabajo", modelo de 1972, con el que ha hecho kilómetros durante casi cincuenta años. Tal compañía motorizada, aunque impersonal, seguro que ha recibido mimos cuidadosos y esmerados por el maestro de geografía e historia de la escuela estatal Doña Carola, en el brasileño estado de Curitiba. Don Marcelo, antes de entregar su coche, se dio una última vuelta al volante, con esa sensación, íntimamente dolorosa, de anticipar la pérdida que sucede a una despedida. Ya que no podía imaginar la sorpresa que le habían preparado sus antiguos alumnos. Enterados estos de que el único "escarabajo" verde que circulada por la ciudad, el que les hacía saludar a su maestro que era conocido por su coche de museo, iba a ser vendido por razones de necesidad, organizaron una colecta y consiguieron comprar el auto y devolvérselo al maestro. Además de tener previstas reparaciones y un arreglo de chapa y pintura para que quede todavía más resultón.

Cuentan sus alumnos que don Marcelo Siqueira no solo les enseñó geografía e historia, sino que los hizo grandes y buenos ciudadanos, "nos dio la mano y nos llevó por el camino correcto". Y su maestro, en la más sabia que achacosa edad de los muchos años, no contiene una emoción honda porque la recompensa de enseñar, si se obtiene, está diferida en el tiempo, cuando los alumnos mejor aprecian el alto valor de la enseñanza.

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