A la luz de los últimos informes de la ONU, me van a permitir que hoy el tono sea más bien nihilista, alejado de cualquier atisbo de esperanza. Las peores predicciones que en los años 90 hacían para los siguientes cincuenta años, se han terminado cumpliendo en solo treinta. Así las cosas, la previsión de colapso de la humanidad hacia finales del siglo XXI es posible que llegue mucho antes. No sé si soy el único al que ha impresionado que utilicen la palabra «colapso». Quienes somos aficionados a las películas apocalípticas sabemos muy bien lo que quiere decir: la destrucción de la humanidad tal como la conocemos. Habrá quien piense que eso es solo ficción. También lo pensábamos sobre las pelis que tratan de virus y pandemias.

Está claro que el planeta no nos merece. No merece que ninguna de sus criaturas arrase con los recursos del resto, la sobreexplote, sea capaz de acaparar para sí mismos lo que no les pertenece: los mares, la tierra, el aire. La Tierra necesita urgentemente deshacerse de nosotros, y justo eso es lo que está haciendo. El planeta no es un decorado o una casa que puso Dios para uso y disfrute de la raza humana. Es un ente natural que sigue sus propias reglas. Antes ya sucedió con numerosas especies. ¿Por qué debemos pensar que la humanidad es distinta?

Que la Tierra se va a quedar descansando el día que no estemos, no merece mayor explicación. En ese caso tendremos que asumir que nuestros hijos, nietos y biznietos (ninguna generación más allá) morirán en las peores condiciones de hambre, sed, falta de recursos, guerras, etc. No pasa nada. Al planeta no le importa. A quienes nos gobiernan, al parecer, tampoco.

Desde hace años se nos viene diciendo que reciclemos, que utilicemos más los transportes públicos, que no usemos tanto plástico ni comamos tanta carne. Ahora sabemos que todo eso está genial para que tomemos conciencia, pero poco más. Estos gestos son solo pequeñas rayas en el agua. Urge transformar nuestro sistema económico y productivo.

Da igual. Sigamos pendientes de cómo Messi se va al PSG con su avión privado (nada contaminante), pensando en la gravedad de que la nueva ley educativa elimine la regla de tres o los dictados en Primaria, o preocupados porque un trozo de tierra se quiera independizar de otro trozo de tierra (cosa geológicamente imposible). Nosotros, a lo nuestro. El planeta, a lo suyo. Tal vez sea lo mejor.

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