El grito de Munch

El grito de Munch puede ser una invitación para que seas tú mismo ante la adversidad

Siempre he admirado ese cuadro. Cada cierto tiempo lo busco sin saber por qué. Me pasa igual que con Magritte. Las obras de ambos me generan una extraña atracción que no puedo describir. El Grito, en este caso, me genera dos lecturas. La primera viene del diario del genio. Allí se narra un extraño estado de ánimo al ver el cielo que es fruto de la vida atormentada del autor. El artista fue educado por un padre severo. De niño vio morir a su madre y a su hermana por tuberculosis. Por si fuera poco, en 1890, a otra hermana le diagnosticaron un trastorno bipolar y fue internada en un psiquiátrico. El Grito es la consecuencia emocional de un lamento retenido que escapa en un momento preciso. No obstante hay otra lectura. En este caso es de índole personal. Para ello hay que olvidar lo autobiográfico. Desde esa perspectiva, al mirar la obra, veo a una persona perdida. No tiene que ser en lo desconocido. Una persona puede estar perdida en la rutina. También veo a una persona sola que no entiende lo que le rodea. Lo intenta pero no logra entenderlo. La incomprensión lo atrapa. Además está solo en el vacío y gritar es la única manera de sentirse vivo. El acto del grito es una actividad existencialista porque lucha contra la angustia de la nada. No gritar supondría ceder ante el silencio y el anonimato y dejar de ser una parte del todo. En cierta forma el grito es una decisión moral: la de mostrarse o exhibirse amén de las consecuencias; la de ser uno mismo le pese a quien le pese. Gritar es la presentación de la identidad personal contra la sociedad alienante. Una persona que grita en el silencio adquiere una marca personal que no posee el que calla, el que permanece mudo ante la adversidad. Gritar es existir a través de un acto de valentía. Esa es mi segunda lectura, la del atrevimiento, la de la provocación ante el contexto. Y yo invito a gritar o a expresarnos tal como somos. De una forma moderada todos podemos gritar (ser) ante las ausencias del sistema y de la tradición, porque gritar nos va a servir para deconstruir quienes éramos y para construir a un nuevo individuo ahora empoderado. En cierta forma el grito es un plante ante lo determinado que genera un viaje hacia nosotros mismos. Y con esa lectura me quedo, querido lector, con la del grito como síntoma y prueba de nuestra esencia. ¿Es usted capaz de gritar? ¿De ser quién es y plantar cara?

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