Utopías posibles

ídolos

Deberíamos tener claro qué referentes promocionar, y quién no merece la más mínima consideración a imitar

El fenómeno fan no es nuevo. Existe en música desde los años 50, con Elvis Presley, aunque ya antes Liszt y Paganini tuvieron legiones de fans incondicionales, que lloraban en la primera nota. Quizá fueran Julio César, o Cleopatra, los primeros idolatrados como si fueran deidades reencarnadas. O tal vez fue algún rey-dios, tan habitual en las civilizaciones antiguas. Quizá sea algo consustancial al ser humano.

Necesitamos saber que hay seres "superiores", para tener referencias en que creer, o para aspirar a algo más allá de nuestra sencilla existencia cercana. En el momento en que uno rasca un poco en sus historias, rápidamente se da cuenta de que cometieron grandes errores, en algún momento fueron infelices y sintieron el peso de la soledad, la decepción o la desesperación.

Me llama mucho la atención la facilidad con que seguimos idolatrando a personas de carne y hueso. Esta semana ha sido Cristiano Ronaldo, alias "el defraudador", firmando autógrafos y camisetas en el juzgado, después de haberse quedado con un buen montón de dinero, que va en perjuicio de los derechos y servicios de todas las personas.

Hay que tenerlo claro: nos ha robado a toda la ciudadanía. Pasó antes con Isabel Pantoja, y con otros cuantos futbolistas, por citar solo algunos ejemplos.

Por más imágenes que miro, no encuentro público adolescente. Si fuera así, ya tendríamos la excusa perfecta.

Ya saben la retahíla: "la juventud está fatal, cada vez vamos a peor". Pero no. Eran hombres y mujeres, bien hechos y derechos, quienes esperaban a su ídolo defraudador. Seguramente serán los mismos que se quejan de la juventud, hablan mal de los ídolos de sus hijas e hijos, y dicen que los jóvenes no tienen ningún respeto. Nos escandalizamos porque siguen a un cantante machista de reggaeton, o un youtuber acusado de abuso sexual, su mayor aspiración es entrar a la casa de Gran Hermano…

Antes de criticar, tal vez deberíamos mirar lo que cada cual hacemos a la hora de construir referentes. Somos ejemplo. No aprenden de lo que les decimos, sino de lo que somos y hacemos. Deberíamos tener claro qué referentes promocionar, y quién no merece la más mínima consideración como referente a imitar. Una meta importante de la educación formal e informal, en la escuela, la calle y la familia, consistiría en desmitificar. No hay ídolos. Nunca los hubo, ni los habrá. Son solo personas, con sus virtudes y miserias.

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