T AL vez le moleste a alguien, y hasta con toda probabilidad lo haga, pero me siento un tanto contrariado por una reacción acontecida el otro día en un local conocido de la provincia almeriense. Pero para contar este hecho tengo que establecer una correspondencia. Llamaremos A a un colectivo que siempre ha tenido ciertas ventajas y B a otro menos favorecido. Pues bien, cuando mi amigo acudió a dicho local para presenciar un evento artístico encontró que existía reservadas unas mesas para miembros del colectivo B y que excluida tajantemente a los del A. Mi amigo, un A de toda la vida, pero sin mala intención, se encontró un poco extrañado. Si bien es cierto que los A habían abusado de los B durante décadas también lo era que él, y muchos como él, no lo habían hecho. Desde ese punto de vista E (así denominaremos a mi amigo) se consideró una víctima. Nunca dejó de pensar que los B tenían derecho a una recompensa histórica por los años de despropósitos, pero tejer tal compensación en términos de discriminación positiva generaba daños colaterales a otros A ajenos a los A iníciales (como él mismo, que estaba excluido). Por eso me llamó, para contármelo. Si el error de los A fue la segregación, ahora mismo los B estaban cometiendo el mismo error. E pensaba que la única forma de acabar esta guerra era eliminar las disyunciones. Y para eso debían desaparecer compensaciones y discriminaciones positivas conducentes a nuevas segregaciones (existían victimas ajenas al conflicto). Otra manera era considerar personas (P) a los unos y los otros y no letras del abecedario. Suponer que un individuo era una letra, y solo una letra, genera muchos radicalismos y usos fraudulentos de la solidaridad. A mi amigo E se le ocurrió que la igualdad real no era tener que compararse con los demás para evaluar el grado de igualdad, sino ser igual que los demás sin comparaciones y sobre todo sin tener la necesidad de autodistinguirse. Pensar que ser A ó B estaba por delante de ser persona no llevaba a ninguna parte. Y ahora alguien dirá: ¿Cuándo los A dejaran de agredir a los B? Para eso mi amigo siempre dice que la pregunta es otra: ¿Cuándo las personas dejarán de agredir a las personas? Porque son siempre las personas, y no las letras, las que infieren daño o lesión a otras personas. Las letras del abecedario son construcciones mentales de orden simbólico.

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