Llevábamos más de cuarenta años siendo keynesianos y ahora, con un pie en la tumba, hemos devenido monetaristas. Nos explicamos un poco: Keynes era partidario de una presencia relevante del sector público en la economía; Milton Friedman, por el contrario, era defensor del mercado a pelo, sin la más mínima intervención pública. Entonces, cuando llega la inflación se produce una profunda diferencia en la forma de combatirla por parte de ambas escuelas: los monetaristas defienden que, como es un problema monetario, hay que disminuir la cantidad de dinero disponible para que se gaste menos y así bajarán los precios. Los keynesianos siempre han pensado que se pueden controlar algo los mercados mediante decisiones políticas, como estimular la inversión, con el subsiguiente aumento de la producción; obviamente, al aumentar la cantidad bajan los precios.

A la vejez, como decíamos, estamos a pique de mudarnos a Friedman, visto el desmadre de los precios y el poco efecto que han tenido hasta ahora las medidas de los gobiernos -español y europeo en nuestro caso- para rebajar la inflación; al revés, sigue subiendo. El problema añadido en esta ocasión es que la oferta de bienes y servicios -trigo, petróleo, microchips, transportes, fletes…- ha quebrado por culpa de la guerra de Putin, y también por la "desglobalización" que se ha producido.

Así que, hoy por hoy, no vemos más salida que cerrar el grifo de los billetes. Muerto el perro se acabó la rabia, aunque el riesgo, como siempre se ha sabido, es que la palme también el dueño del perro, si no de hambre por la inflación, de hambre por la escasez. Y es que la consecuencia del susodicho cierre del grifo del dinero es que acabamos en la recesión. Porque si no hay gasolina no circula el coche.

Como escribimos en esta misma columna de opinión hace un par de meses, la contención que aplicaron las autoridades monetarias de los países ricos en la crisis de 2008, fue lo que nos llevó a profundizar en la depresión, de la que tardamos en salir más de ocho años. Así que, a ver cómo le ponemos al niño. Parece como si esto de la economía fuera igual que jugar a las siete y media, tal como explicaba D. Mendo en la famosa obra de Muñoz Seca. "La venganza de Don Idem": "y el no llegar da dolor / porque indica que mal tasas / y eres del otro deudor. / Más, ¡ay de ti si te pasas! / Si te pasas es peor".

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