El jubileo del Dr. Calvache

Vaya pues mi elogio a su medio siglo de entrega ejemplar, en la hora del merecido jubileo

Ocurre con algunas de las cosas valiosas en la vida de cada cual, que se van gozando con habitualidad, que parecen estar siempre ahí, donde debían, porque sí, al alcance de la mano o de una llamada, para ayudar o darnos paz o consuelo, siempre remedio, a cada necesidad. Y resulta que un buen día, dejan de estar. Y es entonces cuando con cierto vértigo empiezas a valorar lo que realmente suponía en tu vida aquel recurso infalible, aunque desde hoy ausente. Algo así es lo que nos ha ocurrido a muchos paisanos que llevábamos toda la vida, como quien dice, socorridos por la eficiente asistencia médica que el doctor Ramon Calvache nos venía dispensando durante cinco décadas o más y que un día nos enteramos: ¡que se ha jubilado! No diré, claro que no, que no se merezca, con creces, su júbilo profesional. Sí digo, que deja una estela de magisterio, atención y bonhomía, insuperable, que merece ser homenajeada por quienes, acaso decenas de miles de almerienses, durante medio siglo nos vimos amparados por su acreditada ciencia y santa paciencia a la hora de aliviarnos las patologías propias del existir. Y si fuera cierto, como creo, que al hablar de salud aludimos a un coctel biológico y ético, que conjuga lo orgánico con lo anímico, de forma inseparable, entonces cobra sentido que al trato comprensivo, al talante afectivo del doctor con el paciente, se le atribuya por los doctos tanta importancia como al rigor clínico, a la hora de sanar una patología. Una combinación muy exigente, insólita para estos tiempos en los que tanto médico atiende a un paciente por minuto, porque prima lo económico y la salud está tasada, en que la aureola médica naufraga entre una burocracia recetadora y en los que son pocos quienes, como el Dr. Calvache, atienden a cada paciente sin prisa, honrando la consigna hipocrática de que no hay medicina que funcione sin armonía y sin escucha. Su genética alhameña, no parece ajena a tal ideario asistencial que, desde que la curación se desligó del capricho de los dioses, se reinventó como una de las artes humanistas más estimadas en una sociedad que aprecia la calidad de vida: la que combina la terapia de Esculapio, con la ciencia preventiva de Hygeia. Vaya pues mi elogio a su medio siglo de entrega ejemplar, en la hora del merecido jubileo, con el deseo de que la nueva etapa, la viva con su virtuosa enfermera y esposa, jubilosos. Gracias, Ramón y gracias, Carmen.

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