El callejón del gato

La ministra y yo

Me dispongo a rellenar esta columna para cuestionar la permanencia de la ministra en el Gobierno

La noticia política más relevante de las últimas semanas han sido algunas actuaciones de la ministra de Justicia, cuestionadas por el Partido Popular y Ciudadanos que al unísono piden a voces su dimisión. En esta ocasión Podemos se ha subido al carro. Algo tendrá el agua cuando la bendicen, me digo, y me dispongo a rellenar esta columna para cuestionar la permanencia de la ministra en el Gobierno. Lo primero que se le achaca es haber mantenido algún encuentro con el ex comisario Villarejo, un presunto delincuente que actualmente está en prisión. Claro, me pongo a cavilar y, mirándome en el espejo, no tengo fuerza moral para emprender la ofensiva y poner en cuestión la honorabilidad de la ministra, ya que durante mi etapa de Jefe de Servicio de Administración Laboral mantuve, inevitablemente y junto a mis compañeros de otras provincias, múltiples reuniones con el que fuera Director General de Empleo y que a la postre fue imputado y encarcelado por presuntos delitos. O sea que si la ministra ha tenido, según dice, tres encuentros con un presunto delincuente yo he tenido por lo menos treinta. Descartado ese supuesto, vayamos al segundo gesto que se le achaca para que Dolores Delgado pida la dimisión. Se trata de haber llamado maricón a un juez. En este punto a pesar de ser defensor de la libertad de cada cual en cuanto a sus preferencias sexuales y de haber defendido el matrimonio entre personas del mismo sexo, lo que no podría garantizar, aunque no sea una expresión en mi léxico habitual, es no haber pronunciado la palabra maricón en alguna ocasión a lo largo de mi vida. Sería mucha hipocresía por mi parte considerar que por el hecho de haber dicho alguna vez que alguien es maricón no se pudiera formar parte del Gobierno de España. En fin, no sé, a la vista de tanto acoso, quizás la ministra y un servidor seamos los únicos que alguna vez hayamos pronunciado esa palabra. Por último, Dolores Delgado hizo referencia al comportamiento inadecuado de unos jueces, sin revelar nombres ni apellidos, a los que sorprendió flirteando con unas jovencitas. Donde muchos consideran que debería de haber guardado silencio por consideración al respetable cuerpo de los jueces, yo pienso que lo que hizo la ministra, que por entonces pertenecía al gremio, fue una autocrítica corporativa que me parece muy saludable. Tratándose de unos hechos en los que yo pudiera haber incurrido, no tengo suficiente cara dura para pedir su dimisión.

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