Confieso mi afición a escuchar la radio. Tanto si salgo a correr, como si me quedo en casa trabajando o descansando, enciendo la radio. Hay tantas emisoras y tan diversas que en las distintas programaciones resulta fácil encontrar lo que uno desea escuchar. Mi despertador es la radio. La música clásica me da los buenos días a las 8:00. Al momento, cambio y me voy a otra emisora, para así, a las 8:20 escuchar noticias de Almería, hasta las 8:30. A partir de ahí, empieza la vida diaria. Pero hace unos días tuve la mala idea de cambiar de frecuencia una vez oídas las noticias locales y cual fue mi sorpresa escuchar a un locutor, lo más próximo a un becario inexperto. ¡¡Cuidado!! Nadie dice que no entre al locutorio del directo, pero cuando entre debe saber que al otro lado hay personas que aún entienden de lenguaje y pueden sentirse moletas por la forma de expresarse el susodicho “juntaletras”.Mi intención no es otra que llamar la atención de los hablantes radiofónicos sobre la necesidad de cuidar nuestro mayor tesoro cultural: la lengua española. Como los oídos me chirriaban, cambié el dial a mi emisora de toda la vida y en la conexión nacional pude desquitarme oyendo a una de las mejores periodistas de este país nuestro.

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