El siguiente gran reto

Pero se trate de brotes o de nueva ola, hay un reto que se presenta enorme: el inicio del curso escolar

¿brotes o segunda ola? No hay consenso. Hay quien no duda de que la segunda ola de la COVID-19 ya ha llegado, entre ellos, la Consejera de Salud del País Vasco, quien añadía a sus recientes declaraciones que en su tierra "no es posible una nueva normalidad".

Y hay quien opina que lo que estamos viviendo no es una segunda ola de la infección sino episodios aislados porque considera que una ola supone transmisión comunitaria fuera de control y que tal descontrol no se da a día de hoy en España.

Pero se trate de brotes o de nueva ola, hay un reto que, en cualquier caso, se presenta enorme: el inicio del curso escolar. Pocos hitos de esta situación tienen, y tendrán, la capacidad de provocar tanta incertidumbre y tensión en todos y cada una de las principales partes implicadas; en este caso: alumnos, docentes y familias. Y es que son muchos los factores, sentimientos y derivadas que intervienen en este complejísimo asunto.

Un ejemplo de esa complejidad: un estudio de la Universidad de Granada, del que nos informó la propia Universidad el pasado 16 de junio en su canal de noticias, concluye lo siguiente para un aula de infantil con 20 niños:

"Asumiendo familias formadas con una media de dos adultos y 1,5 menores (dos hijos en la mitad de las familias y un hijo en la otra mitad, reflejando la media española), nos encontraríamos con que cada uno de los 20 escolares en esas clases tendría una exposición a un grupo de 74 personas en su primer día de clase.

Si además los menores de esas familias también estuvieran en una clase distinta de Infantil o Primaria, se agregarían esas relaciones al conjunto alcanzando 808 personas implicadas ya el segundo día de clase, considerando exclusivamente las relaciones sin distanciamiento ni mascarilla de la clase propia y las de las clases de hermanos y hermanas."

Cifras extraordinarias que, añadidas a las, también extraordinarias, cifras de contagios que estamos alcanzando, traen a los gobiernos inmediatamente competentes, los autonómicos, dado el reparto competencial en materia de educación, un colosal reto de gestión pública que les exige, para darles una posibilidad de controlarlo, un plan de una rigurosidad tan excepcional como la situación que estamos viviendo; Cifras extraordinarias que reclaman a esos mismos gobiernos una inmensa empatía y una inmensa atención hacia quienes, como padres y cuidadores, se encuentran, nos encontramos, digiriendo el hecho de que la vida necesita continuar, y enfrentando nuestros temores, y quienes, como profesores, se preparan para ser la primera fuerza de contención en el que puede ser el mayor campo de batalla de la transmisión comunitaria.

Sin ese plan, sin esa empatía y sin esa atención lo estaremos dejando todo en manos de la suerte y este momento, como pocos otros lo han sido, es tiempo para la gobernanza, no para la suerte.

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